Rosas y espinas

PP y Vox: ridículo y esperpento en España y Europa

PP y Vox: ridículo y esperpento en España y Europa
La eurodiputada del PP, Rosa Estarás, este martes en la Comisión de Derechos de las Mujeres del Parlamento Europeo.

Comparecía esta semana Irene Montero en la Eurocámara para hablar de cosas inteligentes o imposibles. Y, en esto, los europarlamentarios del Partido Popular español y de Vox se pusieron a dar voces, cual hinchas de Rubiales agarrándose los cojones en representación de la cultura política española.

Contrariamente al gusto establecido, la ridícula y esperpéntica representación de PP y Vox, no sentó bien al poco vanguardista presidente del Parlamento europeo. Tampoco a otros colegas.

"Pida a la diputada española que se calle. Los españoles se avergonzarán de usted. Señora, por favor, cállese", tuvo que cortar Maria Noichl a la gritona eurodiputada del PP español Rosa Estarás, que no respetaba los turnos de palabra para seguir despotricando contra Irene Montero cual niña de Rajoy y del exorcista.

Contrariamente a lo que piensa el tan ilustrado como poco leído conservadurismo español, el Europarlamento no es como los programas de Ana Rosa, de Ferreras, de Risto o el Congreso español, donde Meritxell Batet permitía con indiferencia las algarabías antidialogantes y preadolescentes de los fachas.

—Señoría, por favor, cállese —ordenó el presidente de la comisión Robert Biedron a la estridente diputada popular española; y, como la otra seguía gritando, le sugirió—: ¿Quiere agua? Por favor, abandonen la sala. Si ha venido aquí a hacer un espectáculo nacional, no lo vuelva a hacer. Este no es el sitio [no sé a quién se dirige, creo que al eurodiputado de Vox Hermann Terschts, o como se escriba tan insignificante nombre].

—Tenga un buen día. Esto no es un circo —largó el presidente de la comisión al vociferante fascista español.

Ese mismo día, aquí en el Congreso de España, en el mismísimo y multicultural Madrid, un diputado hablaba en gallego y la bancada de Vox se levantaba en manada (nunca mejor dicho) y arrojaba sus pinganillos de traducción en los alrededores del escaño del presidente Pedro Sánchez para que los recogieran los ujieres, los esclavos, los obreros.

Lo que a mí me preocupa de todo esto es que la derecha española recolecta más votos cuanto más ridículo hace, que casi ganan con un candidato que le tiene miedo a las merluzas y asegura que Cáceres es el corazón de Andalucía.

Con estos dos espectáculos esperpénticos y ridículos en el parlamento europeo y en el congreso español, la imagen de la derecha española no se denigra, sino que busca a sus futuros votantes.

Ya en la época de Hitler, el exhibicionismo supremacista se convirtió en un arma indestructible de una sociedad contra sí misma. El exhibicionismo fascista consigue, a base de palabrería, que los acomplejados se crean seres superiores. No hay fascista más convencido que un acomplejado a quien la palabrería de un líder  ágrafo le da un ratito para sentirse superior. ¿A quién? Eso nunca lo sabrá, pero ya tiene ganas de pistola.

El exhibicionismo estúpido de PP y Vox en los parlamentos español y europeo es una amenaza. Y, como tal, habrían de tomarla nuestras más altas instituciones. Que un presidente de una comisión europea tenga que acallar y expulsar a unos parlamentarios, no es de libro. Ya ni nos dejan debatir.

Según los últimos acontecimientos, es más fácil que expedienten a una mujer jugadora de fútbol, sin dejarla ejercer dos años por no ir a su selección (cosa que debería de ser voluntaria), que expulsar definitivamente a los primates que están jodiendo y violentando nuestras muy difíciles de sustentar instituciones democráticas.

Pero ya os digo que el ridículo y el esperpento dan votos. Y mañana muchos padres de la clase obrera apuntarán a sus hijos a los cursillos de alanzeamiento de toros que, graciosamente, están floreciendo para nuestra educación infantil por toda España.

Lo que ha sucedido estos días en los parlamentos español y europeo, significa que el fascista no nos tiene miedo a los demócratas, a los ácratas ni a los anarquistas ni a nadie que los cuestione. Se están envalentonando. Incivilizando. Si fuera un partido de fútbol, PP y Vox habrían sido expulsados por dos o tres sesiones del Europarlamento. Pero un partido de fútbol es una cosa mucho más seria que la Eurocámara, al parecer. Y la injerencia fascista en el diálogo es admisible. Os espero en la tercera guerra mundial.

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