Rosas y espinas

Vox se desmorona, pero reina en la cumbre europea

Santiago Abascal durante una rueda de prensa, a 02/10/2023. Diego Radamés / Europa Press.
Santiago Abascal durante una rueda de prensa, a 02/10/2023. Diego Radamés / Europa Press.

Asistimos estos meses a lo que parece ser el desmoronamiento de Vox. Los tribunos y tertulios de nuestras ágoras mediática y financiera apuntan sus pulgares hacia abajo. Auguran un pronto final para los de Santi Abascal, semejante al de Ciudadanos, y ya no desinfectan tanto los suelos por donde pisan Jorge Buxadé, Javier Ortega-Smith, Rocío Monasterio y demás huestes neofascistas.

Ahora, hasta el Tribunal de Cuentas, que siempre se había hecho el despistado con las 'rarezas' financieras de Vox, le afea al partido de ultraderecha la 'legamosidad' de sus balances, sus donaciones, los siete millones de Disenso, su victoriano merchandising en black y ciertas prácticas en cajeros automáticos que recuerdan el pitufeo de nuestra llorada Rita Barberá. El escándalo es tan mayúsculo que ya han dimitido o sido eyectados del partido el gerente (el de la pasta), Juan José Aizcorbe, y la vicesecretaria nacional jurídica, Marta Castro.

Un servidor, que saltándose los consejos del psiquiatra se lee todos los días la prensa de derechas, viene observando que el blanqueamiento a Vox es menos entusiasta desde el 23J, como si le achacaran a las sobreactuaciones y desmanes de los ultras, en sus recién estrenados gobiernos municipales y autonómicos, que Alberto Núñez Feijóo no llegara a presidente. Nunca creyeron que, una vez en la poltrona, los fachas sin complejos se atrevieran a imponer sus delirios censores, machirulos y toreros con tanta vehemencia y publicidad. Y así hemos asistido a expulsiones, dimisiones, desmentidos, ridículos y fracturas en ayuntamientos y comunidades gobernados por PP y Vox, un espectáculo exprés de contradioses que, sin duda, no está muy bien visto en los despachos del Ibex, donde anhelan un fascismo de perfil bajo que no dé tanto el cante ante la burguesía española culto-conservadora, ni ante la prensa y la diplomacia europeas.

Puede ser que Vox, desamparado de caricias mediáticas, judiciales y financieras, desaparezca o se rediluya, silente, en el PP. Puede que Vox ya les sea inútil. Que ya haya cumplido su cometido y sea arrojado a la basura por sus antiguos empleadores. Que ya no sirva. Hasta Federico Jiménez Losantos se ensaña ahora con su falta de transparencia, cuando nunca han sido transparentes.


Para qué hace falta Vox, si acabamos de asistir en Granada a una cumbre europea que podría haber organizado el mismo Jorge Buxadé. Contemplaba plenamente su programa: la civilizada Europa habló en tierras de Lorca de cómo reprimir más y mejor a los migrantes y de cómo avivar la guerra, y se elidieron temas como el cambio climático, el empobrecimiento de las clases medias, la 'avarinflación' que nos eleva el aceite de oliva a los escaparates de Tiffany's, la urgente política de vivienda contra los especuladores, los paraísos fiscales que ponen en peligro las economías nacionales, la rendición unánime de la diplomacia europea ante los caprichos belicistas de EEUU y su OTAN, los bulos que corrompen la convivencia y las elecciones y que ya son portada hasta en la prensa francesa, o el peligroso auge de los fascismos en las fuerzas de seguridad y ejércitos de toda Europa. No solo en España.

En resumen, que las conclusiones de esta cumbre europea podrían ser llevadas por Vox como programa electoral a las próximas generales. Y sus silencios, también. Y lo mismo se podría decir de cualquier otra formación fascista de las que florecen en Europa.

No hace ni un año, en Alemania se desactivó una organización neonazi que planeaba un golpe de Estado, asalto al Bundestag incluido. Eran aristócratas, políticos, oficiales del Ejército, policías, sociedad civil, juristas y, es un suponer, banqueros y empresarios, que son siempre los pagafantas de estos saraos, aunque se esconden y se lucran mejor que nadie.


Estos neonazis alemanes estaban bien financiados y armados, y su red se extendía a Italia y Austria, donde también se practicaron detenciones. Borrad esa sonrisita. No hablo de un hatajo de pirados. La Policía alemana se los tomó tan en serio que reclutó un operativo de 3.000 agentes durante casi dos años para neutralizarlos. Una macrooperación sin precedentes que no se justifica si el peligro de un golpe de Estado neonazi no fuera real, si solo se persiguiera, como aquí, a unos titiriteros.

En España, incluso se ha creado un sindicato, Agrupación Reformista de Policías, para exigir que las fuerzas de seguridad respeten los derechos humanos. "Somos la antítesis de Jusapol", o sea, del sindicato que pone a la cabeza de sus manifestaciones a Javier Ortega-Smith. Con eso está dicho todo. La ARP, aún muy minoritaria, documenta y denuncia la creciente voxificación policial. La presencia de símbolos fascistas, franquistas e incluso neonazis en las comisarías españolas, con absoluta complicidad de los mandos. Y otras aguiluchas lindezas de triste presente.

Vox puede desaparecer de los parlamentos, pero su ideario ya ha infectado las venas de la Administración, de la Justicia, de la Policía, del Ejército, del funcionariado, de los medios de comunicación. No cito a la Iglesia, porque ya vino preinfectada de fábrica. Han hecho su trabajo: se han sacado una paguita millonaria y nos han inoculado el virus del neofascismo. Buen trabajo, Santi. Ya puedes volverte a descansar a tus lujosos cuarteles de invierno. Chiringuitos no te van a faltar. Habla con Isa. Y con los de la cumbre europea, que están en tu onda.


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