Rosas y espinas

A doña Leonor no la dejan ir de fiesta

La princesa Leonor, en la Academia Militar de Zaragoza. / Javier Cebollada (EFE)
La princesa Leonor, en la Academia Militar de Zaragoza. / Javier Cebollada (EFE)

Lo primero de todísimo es desearle a sus majestades Felipe VI y Letizia mucha felicidad en el décimo aniversario de su coronación como reyes. Qué emoción más española siento al decir esto. Se me ponen las pupilas rojigualdas. Lo segundo, comunicarle a don Felipe que también me congratulo de que siga siendo beneficiario de la cuenta Lucum, un pago de 100 millones off-shore de los saudíes que su padre Juan Carlos escondía en la banca privada Mirabaud de Ginebra. Dinero negro de la corona española en Suiza. Qué emocionante y borbónico.

Sin ánimo de alimentar vuestras vasallas aflicciones, también he de decir que un alacranero asunto envenena la celebración de la efemérides monárquica. Los reyes también lloran, desagradecidos republicanos. 

Resulta que nuestra princesa Leonor, heredera del sacrosanto trono de España, tenía botellón este 19 de junio. O sea, su acto de graduación de la Academia Militar de Zaragoza coincide con los reales fastos del décimo aniversario de sus padres, y la pobre Leonor, en vez de acudir a la fiesta rachada con los colegas de su edad, se ve obligada a asistir al relevo de la guardia desde el balcón de palacio. Nadie discute que el relevo de la guardia en el Palacio Real tiene una trascendental importancia para garantizar la unidad de España, la estabilidad económica, la castidad de nuestras piadosas mujeres y el vuelo del águila imperial sobre el flamear de la bandera. No hay español de bien que pueda sobrevivir sin estos cuatro derechos fundamentales.

Pero, si tienes dieciocho años y te dan a elegir entre asistir con tus padres y vestida de barbie al relevo de la guardia de palacio, o el botellón en short con tus coleguitas alféreces de la academia, yo creo que te fugas a Zaragoza a ponerte fina, a bailar a deshoras con la cabra de la Legión y que les den a tus padres. Incluso si tu padre te quita la paga de los millones black de los que es beneficiario en Ginebra. Buena es la juventud.

No es dato baladí que la princesa Leonor tenga un helicóptero Súper Puma a su disposición con cuatro pilotos del escuadrón 402, y que el utilitario vehículo principesco solo gaste 5.000 euros de combustible a la hora. Para que nos quejemos los plebeyos de lo cara que va la gasolina. Podría utilizar dicho autogiro para compaginar sus obligaciones reales con sus insomnios juveniles. O sea, ir a lo de palacio por la mañana, y coger el helicóptero a media tarde para la fiesta, como cualquier chica de su edad. 

Pero no estaría bien visto que, durante la celebración de nuestros primeros diez años de ejemplaridad borbónica, el Súper Puma, tras el tan necesario para España relevo de la guardia de palacio, lanzara una escalerilla sobre el balcón del Palacio Real y se llevara en volandas a Leonor camino de la rave castrense y teenager de la loca academia militar de Zaragoza. Qué pasote sería, tía.

Y me veo obligado a denunciar que, si Leonor no puede coger su Súper Puma y a sus cuatro pilotos para irse de fiesta a Zaragoza, es por culpa de los fascistas y de los monárquicos. Si los más genuflexos lacayos de nuestro borbón se pasan el día soltando la matraca de que Pedro Sánchez no tiene que acudir al foro de Davos en Falcon, sino en patinete, qué no dirán los republicanos si la niña inelecta del heredero de la cuenta Lucum se sube a un Súper Puma pagado con los impuestos de los mileuristas (que cobran al año menos de lo que la niña gasta en helicóptero en un fin de semana). 

Felipe VI debería estar tranquilo y permitirle el lujo a su hija, porque sus detractores no somos tan infectos como sus seguidores, y la prensa de izquierdas no se ha dedicado a contabilizar cuántas veces usó Leonor su Súper Puma. Sabemos por la prensa rosa que un día se fue con él de fiesta, pero a nadie con dos dedos de frente nos pareció escandaloso. Blindar de policía y escoltas las estaciones de tren de Zaragoza y Madrid, o conducirla en coche por el mismo trayecto con un largo séquito de seguratas, sale al final más caro que el Súper Puma. O el Falcon que tanto denuncian los odiadores y descerebrados que pueblan nuestros periódicos, radios y televisiones más decentes. 

Se celebra hoy en España una marcha republicana, y yo creo que sería el momento para exigir que doña Leonor se pueda ir de fiesta en su helicóptero adonde a ella le dé la real gana. Después ya hablaremos de lo de asaltar los cielos, cambiar este régimen corrupto y todas esos asuntos más triviales que tanto nos distraen de lo esencial. Vivan la república y el Súper Puma de Leonor.

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