Rosas y espinas

La bella inocencia de Javier Bauluz

La bella inocencia de Javier Bauluz
El fotoperiodista palestino Motaz Azaiza, en una imagen de archivo. Mohammed Abed / AFP

Nos informa el compañero reportero Javier Bauluz de que "el fotógrafo palestino Motaz Azaiza ha sido nominado al Premio Nobel de la Paz 2024 por su trabajo al exponer al mundo las atrocidades en Gaza" y "la periodista palestina Bisan Owda ha sido nominada a un premio Emmy por sus informes sobre la crisis humanitaria en Gaza". Es un reporte de Gaza Notifications traducido. La esperanza fue lo último que se perdió.

A un premio Nobel puede estar nominado cualquiera. Basta con que un par de universidades o entidades más o menos respetables (en el mal sentido) te propongan. El comité Nobel selecciona entre 700 u 800 nominadores. No me gusta hacer de Nostradamus, pero te apuesto tres whiskies, Bauluz, a que no se llevan ningún premio los periodistas gazatíes.

Si el premio Nobel de la Paz fuera algo decente, nunca se lo hubieran otorgado a Barak Obama solo por ganar las elecciones de EEUU y antes de tomar posesión. ¿Cuál fue su mérito? ¿Prometer que iba a cerrar Guantánamo? A Henry Kissinger, uno de los genocidas de Vietnam, se lo concedieron en 1973 por pactar un alto el fuego temporal de dos años. Después siguieron las matanzas con napalm, los niños abrasados. Pero a Kissinger el premio no se lo quita nadie.

También fue premio Nobel de la Paz Winston Churchill. Un psicópata encantador. Churchill consiguió matar a 250.000 personas (entre amigos y enemigos) en una sola batalla. Lo cuenta fabulosamente Peter Weir en Galípoli. Fue en 1915, durante la Primera Guerra Mundial.

Como a los ganadores de los premios Nobel de la Paz una guerra mundial les sabe a poco, Churchill también ordenó el asesinato por hambre de entre 1,5 y 3 millones de personas en Bengala en 1943. Siendo India dependiente entonces de la Corona británica, Churchill mandó dejar sin pan y agua a los bengalíes para abastecer a sus tropas británicas en el frente (Segunda Guerra Mundial).

La mayor parte de las muertes tuvieron como causa la desnutrición, según explican los estudiosos, ya que sin agua y sin pan no tenían tiempo de morirse de enfermedades convincentes, como haría cualquier colonizado sin ganas de incordiar. Tal hazaña no se podía quedar sin premio.

Querido y admirado Javier Bauluz, te voy a echar una pequeña y cariñosa bronca: yo no quiero que equiparen a los mártires informadores gazatíes con galardonados por ganar las elecciones de EEUU solo por ser negro, por dejar de espolvorear con napalm durante dos años a los niños de Vietnam, o por ordenar matanzas y hambrunas en Turquía e India. Yo no quiero que al fotógrafo Motaz Azaiza ni a la periodista Bisan Owda les concedan tan vergonzante honor. No puede ser que admitamos que nos otorguen premios de la Paz los señores de la guerra. La paloma blanca clásica traía en el pico una hoja de olivo, no una bala, como la de la academia sueca.

Por supuesto, los suecos nunca concederán el Nobel a Azaiza o a Owda, periodistas palestinos, entre otras razones porque es estadísticamente más que posible que dentro de unos días hayan sido asesinados por el ejército israelí. Y el Nobel no se da a título póstumo. Más probable me parece que, si Netanyahu plantea una tregua trampa de cinco minutos mañana, se lo concedan a él. Dejar de bombardear a niños palestinos durante 300 segundos tiene que ser reconocido y aclamado como gran gesto por la paz en el mundo libre, al que pertenecemos. Lo de los periodistas y otros niños muertos, ya tal.

Peca de inocencia Javier Bauluz cuando sueña y difunde que dos periodistas gazatíes puedan ser galardonados con el Nobel de la Paz. Pero qué bella inocencia, Javier. Cuánto te envidio. He conocido a muchos corresponsales de guerra por razones profesionales, y siempre me ha fascinado que, a pesar de los horrores que han visto y que han amenazado su vida cotidianamente, mantengan ese vínculo con la belleza y la verdad, soñando un mundo justo y no sangriento que nunca llega. Un mundo imaginado presuntamente justo y no sangriento que demasiadas veces te acabará matando, como a José Couso y a tantos otros. No concediéndote un Nobel de la Paz, Javier, amor.

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