Mi televisión y otros animales

El G20 debería eliminar la tele

He aquí una pequeña reflexión, que no tiene nada que ver con doblarse dos veces, como siempre he pensado yo. El otro día estaba en una charla con Buenafuente (y otros 30, no se vayan a creer), escuchándole contar cómo le sorprendía que la crisis haya dejado tan tocada a la televisión. Supongo que es algo que pasa en todos los sectores: nos supera que un puñado de banqueros aleteen en algún paraíso fiscal y un montón de viviendas se van a tomar por culo al otro lado del mundo. Huy perdonen la vulgaridad. Quise decir al otro lado del planeta.Pero el bueno de Andreu se engaña: la televisión es mucho menos inocente en este caso de lo que puede parecer. Sí, los bancos fueron los que concedieron los créditos a los ninjas (no income, no job, no assets, persona sin ingresos fijos, sin empleo fijo, sin propiedades, según Leopoldo Abadía). Eran meros instrumentos inocentes a manos de los capitalistas malos, que en realidad somos nosotros. Entre capitalistas malos e idiotas pueden buscarse las diferencias, pero nunca pondrían este juego en un call tv, porque es demasiado complicado.

La culpa es nuestra, vale, por querer vivir por encima de nuestras posibilidades. Pero ¿quién es responsable de meternos esa idea absurda en la cabeza? ¡Exacto! Si un tío como Homer Simpson puede tener una casa, dos coches, tres hijos y dos mascotas, ¿por qué yo, que trabajo a media jornada en un Starbucks, no voy a poder también? Si la señora de ese anuncio de pasta vive en un casoplón y antes la he visto yo en otro spot pidiendo préstamos a Cofidis, ¿voy a ser yo menos?

La ficción televisiva, la publicidad y cualquier telediario que no sea el de Pedro Piqueras nos han metido en las neuronas un modelo de vida inexistente y la frustración de no poder alcanzarlo. Y los bancos, entes bondadosos, han intentado calmar nuestro sufrimiento sufragando el lujo y el derroche en un alarde de generosidad. Incluso han tratado de calmar nuestros locos sueños de poseer una vivienda digna y nos han dejado dinero para comprarla. Eso es amor y no la paga que me dan... er... daban mis padres. La culpa es tuya, Emilio Aragón, por hacer que un personaje tan creíble como el doctor Nachete viviera con tal desenfreno y desahogo. ¡Hasta un coche se compraba en un capítulo, que me acuerdo yo. ¡Ah, maldito!

Relacionado pero poco, como Escenas de matrimonio y el humor, todo esto también me lleva a afear la conducta de algunos comentaristas, entre los que seguramente me debo incluir en uno u otro momento. ¿Qué es eso de alegrarse de que cancelen un programa? Salvo casos muy excepcionales (delitos contra alguna parte del código penal o la inteligencia colectiva), es exactamente lo mismo que si cierran una fábrica y vamos a reirnos de los curritos según van saliendo con su finiquito. Que los que trabajan en la tele son malvados y manipuladores y culpables de la crisis mundial, pero también son personas.

La mayoría.

Más o menos.

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