Todo es posible

Cosas que nunca diría

Hay unas cuantas frases que un político no debería pronunciar jamás. Citaré sólo dos, a modo de ejemplo, que han sido muy reiteradas en estos días y sólo sirven para indignar a un buen número de ciudadanos. Una es que en el ejercicio de la política se gana poco dinero. A propósito del debate sobre las pensiones, son muchos los que menosprecian su privilegiada situación y dicen que si se fueran a la empresa privada, les triplicarían el sueldo. La cosa se agrava cuando a alguno se le escapa que con su escaso salario muchas veces no llega a fin de mes, frase inolvidable publicada en un libro, para desdicha de Esperanza Aguirre. Es cierto que, en general, los políticos españoles cobran menos que sus colegas europeos, pero lo mismo sucede con los metalúrgicos, los jueces, los camareros, los catedráticos o los médicos. Cualquiera que se dedique al noble oficio de la política supera con creces el salario medio en España que, según el Instituto Nacional de Estadística, es de 20.930 euros anuales (para los hombres, porque las mujeres cobran un 25,6% menos), sin incluir a los más de cuatro millones doscientos mil parados. Así que será mejor evitar agravios comparativos, especialmente en momentos críticos.

La otra frase prescindible es la que alude a la campaña orquestada para derribar una moneda o un Gobierno. Es cierto que los especuladores financieros realizan maniobras turbias para ganar dinero. En eso consiste su juego. Pero la teoría de la conspiración es un modo estrafalario y chapucero de responsabilizar a otros de tus problemas. Sólo conviene sacarla a relucir cuando se demuestra.

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