Todo es posible

Contra el sectarismo

Celebro la iniciativa de los historiadores que reclaman la enseñanza no confesional de las religiones. Abro un paréntesis. Cada vez que escribo la palabra religión me paro en seco, porque soy consciente de que provoca rechazos o adhesiones inquebrantables. En este asunto, como en tantos otros, no se toleran las distancias: o te pones del lado de los meapilas o de los ateos. No pretendo disculparme, pero la educación laica (bendita sea) que recibí de mis maestros (republicanos represaliados, por cierto) me impide despreciar por sistema lo que no comparto. Cierro el paréntesis.

Se necesitan maestros que enseñen a combatir el sectarismo y la intolerancia religiosa a través de la educación escolar. Por eso entiendo el manifiesto de los historiadores que, a raíz del plan Bolonia y el pacto educativo, pretenden sustituir a los catequistas que dan clases de catolicismo por docentes en Historia, Filosofía o Ciencias de las Religiones. Es imprescindible empezar por ahí, no sólo para saber de qué va el Libro de los Muertos, el Majábarata, la Biblia o el Corán, del mismo modo que se conocen la Acrópolis, el Taj Mahal o las pirámides de Egipto. Es necesario comprender un mundo globalizado por el que se desplazan en torno a 2.000 millones de cristianos, 1.800 de islamistas, 1.600 de budistas y unos cuantos millones más de judíos... agnósticos y ateos. No es una cuestión de creer o no creer; es una realidad histórico-filosófica que forma parte de nuestras vidas. El problema de las religiones es la catequesis, el adoctrinamiento, la necesidad de hacer prosélitos y convencer al resto del mundo de lo que uno piensa.

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