Trabajar cansa

Todos pendientes de Libia

"Irán hará todo lo que pueda para influir en las revueltas árabes, y nosotros haremos lo posible para evitarlo." -Hillary Clinton, secretario de Estado de EEUU-

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Para alivio de algunos y desesperación de muchos, la ola de revueltas árabes ha encallado en Libia. Cuanto más se calienta allí, más se enfría en otros países que hasta hace poco parecían fichas de un dominó encadenado.

La crisis tunecina se resolvió en pocos días, con la huida de Ben Alí. En Egipto Mubarak se resistió más, estiró la tensión para agotar a los manifestantes, amagó con una respuesta violenta, pero acabó cediendo. Y de allí a Libia, donde los primeros días los medios internacionales exageraron tanto lo que pasaba que parecía que la caída de Gadafi era cosa de horas. De hecho, el relato mediático sonaba impaciente, como si los corresponsales tuvieran ya billete para Argelia, siguiente etapa de una revuelta sorprendentemente secuenciada.

Pero con Gadafi hemos topado, y el ‘tsunami’ democratizador que decían imparable se ha atascado. La revuelta se ha convertido en guerra civil, y ya no caben soluciones a la egipcia, con el ejército dividido y la relación de fuerzas congelada en un equilibrio violento.

Si hace semanas la caída de Mubarak era una pesadilla para los tiranos de otros países, una esperanza para sus pueblos oprimidos, y motivo de inquietud para la comunidad internacional, hoy los ojos de todos están puestos en Libia, pues su resolución marcará tendencia.

Si Gadafi aguanta, mostrará el camino a otros dictadores: represión violenta, resistencia a sangre y fuego, y bunkerización frente a la presión internacional. Pero si Gadafi cae, significa que puede caer cualquiera, que no habrá dictador en el mundo que se sienta seguro, aunque quienes pretendan seguir el camino de los libios sabrán que hace falta algo más que una convocatoria por facebook.

Y aún cabe una tercera lectura, por la que todos miran a Libia: si Estados Unidos, como amenaza una y otra vez, acaba interviniendo bajo pretexto humanitario, abrirá la puerta a soluciones similares en otros países a los que tiene ganas, siguiendo el modelo revolución-represión-intervención. Porque no seamos ingenuos: en la región está en juego mucho más que su democratización.

 

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