Trabajar cansa

La sonrisa de Luis de Guindos

 

Como al ministro de Economía le va a tocar darnos una mala noticia tras otra, ya trae puesta de casa la cara de pésame. Revisen la prensa de estos días, o busquen en Google Imágenes, y ya verán lo que les cuesta encontrar una foto de Luis de Guindos, no digo ya con una sonrisa, sino al menos una donde no tenga esa expresión avinagrada con que sale siempre. De cualquier ministro encontrarán varias fotos con sonrisa, hasta carcajadas, menos del de Economía: las pocas en que aparece con algo parecido a una sonrisa (siendo generosos), evidencian un esfuerzo titánico por torcer la habitual mueca gris.

Tampoco es que tenga muchos motivos para sonreír, ni nos hará más digeribles las malas noticias si las acompaña con un gesto amable. Durante mucho tiempo no tendrá nada bueno que contarnos. Ayer se estrenó avanzando que iniciaremos 2012 con recesión y más paro. Y en breve puede que anuncie que en vez de 16.500 hay que recortar 30.000 millones. Así serán sus comparecencias, para pocas risas.

Habrá quien piense que su expresión luctuosa es efecto de la mala conciencia, pues arrastra en su currículum una mancha especialmente pegajosa: su paso por Lehman Brothers. La prensa afín insiste en quitar importancia a que dirija la economía un directivo de la compañía que encendió la mecha de la crisis, pero toda la prensa internacional lo destacó: "Un ex de Lehman al frente de la economía española", titularon.

Junto a su paso por Lehman (que no es una anécdota), sabemos que para ser ministro acaba de dimitir como consejero de una eléctrica y de un banco. Ya sé que la ley de incompatibilidades es una guasa, pero se me va la sonrisa y se me pone cara de Guindo cuando veo la alegría con que algunos pasan del Consejo de Administración al Consejo de Ministros, y vuelta, una y otra vez, lo que da la razón a aquello que decía un manifiesto del siglo XIX que algunos habrán leído, sobre cómo en el Estado Moderno el poder ejecutivo no es más que un comité de administración de los negocios del poder económico. Seguro que De Guindos, como buen economista, también lo leyó.

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