Por Por Fernando Sierra Marco, miembro de la Plataforma de apoyo a la Querella Argentina del País Valencià.
Hace 45 años, durante el mes de septiembre de 1975, tribunales militares dictaron 11 sentencias de muerte en España. Fueron dictadas en cuatro Consejos de Guerra, el primero el 28 de agosto y el último el 19 de septiembre, 22 días.
Once condenas a muerte en 22 días. Eso era el franquismo.
En el primer Consejo de Guerra, celebrado en Burgos el 28 de agosto, Ángel Otaegui fue condenado a muerte junto a José Antonio Garmendia, este último incapacitado físico, por un disparo durante su detención. La duración del Consejo fue de seis horas y media, desde las 8 de la mañana hasta las 14:30, cuando el tribunal se retiró a deliberar.
Yo fui juzgado en el Consejo de Guerra realizado en el Goloso los días 11 y 12 de septiembre. El Consejo duró dos días, más tiempo del previsto porque hubo que repetir la sesión inicial que se había hecho durante la mañana del primer día. Medio día de más. No parece mucho tiempo si tenemos en cuenta que éramos cinco los procesados, que había que leer la acusación, presentar las pruebas, oír las defensas, interrogar a los testigos y que se pedían cinco penas de muerte... En realidad para el franquismo era mucho más tiempo del necesario. El tribunal no necesitaba pruebas, ni testigos, ni abogados defensores, que además fueron amenazados. Sólo se leyeron las acusaciones basadas en declaraciones obtenidas por torturas y no ratificadas.
En el segundo Consejo de Guerra en el Goloso se prescindió de cualquier apariencia de legalidad. Celebrado el 17 de septiembre, se aplicaron leyes con carácter retroactivo y sobraron hasta los defensores que fueron expulsados y expedientados. El último Consejo de Guerra, el 19 de septiembre en Barcelona, se celebró aplicando también con carácter retroactivo a Ley Antiterrorista, aprobada por decreto el 26 de agosto de ese mismo año, y con graves defectos de procedimiento que lo invalidaban.
En total, 11 penas de muerte en "juicios" que duraron unas pocas horas y sin opción de defensa. Eso era el franquismo.
Un mes después del primer Consejo de Guerra, en la mañana del 27 de septiembre de 1975, esperábamos conocer en el patio de la cárcel qué había pasado con los condenados a muerte. Por fin la puerta del patio se abrió y entraron Manuel Blanco Chivite, Vladimiro Fernández Tovar y Manuel Cañaveras de Gracia. Faltaban Xosé Humberto Baena, José Luis Sánchez-Bravo y Ramón García Sanz. Unas horas antes habían sido fusilados en Hoyo de Manzanares por voluntarios de la Policía Armada y la Guardia Civil. También supimos que habían sido fusilados Juan Paredes Manot, "Txiki", en Barcelona y Ángel Otaegui en Burgos. Los recuerdos de aquella mañana están borrosos, quizás porque se mezclaba la tristeza por las pérdidas, la rabia contra los fascistas y la alegría por los indultados.
Cinco antifascistas fusilados. Eso era el franquismo.
Franco terminó como había comenzado: asesinando. El régimen lanzó un mensaje claro:
había llegado al poder fusilando, se había mantenido en el poder fusilando y estaba dispuesto a seguir fusilando para continuar. Ante el rechazo internacional y la cada vez mayor contestación social en contra del régimen, se aceleraron los cambios. Muerto Franco, fue proclamado rey Juan Carlos, sucesor designado por el mismo Franco, y los gerifaltes franquistas pasaron a ser demócratas de toda la vida. El cambio se llamó Transición. Una Transición que tuvo centenares de muertos antifascistas y que sobre todo garantizaba la impunidad del franquismo y de los franquistas.
En estos días, 45 años después, Martín Villa, uno de los jerarcas franquistas de aquella época, ha tenido que declarar ante la justicia argentina acusado por su responsabilidad en doce asesinatos que estaban encuadrados en un plan sistemático de eliminación de toda oposición política en España entre 1936 y 1978. Es decir, por delitos de lesa humanidad.
Martín Villa es un ejemplo de los franquistas que diseñaron la Transición para su beneficio, de la misma forma que se beneficiaron de la represión. Durante la dictadura fue jefe sindical, procurador en Cortes, gobernador civil, jefe del Movimiento en Barcelona e, inmediatamente después de la muerte de Franco, ministro... y demócrata de toda la vida. Como demócrata de toda la vida fue uno de los principales dirigentes de la Transición. Ya en esa etapa fue ministro de interior, senador, diputado y tuvo diversos cargos en la empresa privada y pública, entre otros la presidencia de Endesa en su fase de privatización. Martín Villa ha declarado ante la jueza Servini creyéndose protegido por la ley de Amnistía de 1977, una ley de punto final para los crímenes del franquismo. La represión durante la Transición permitió a Martín Villa, y a todos los mandos franquistas, mantener sus privilegios. Hay que insistir en ello.
También en estos días es noticia una de las figuras más relevantes de la Transición: Juan Carlos el Borbón. En este caso, por su huida de España a un país que le proteja contra los procesos por corrupción que tiene en curso. El sucesor de Franco a título de rey parece tener un patrimonio oculto en paraísos fiscales. La Transición también blindó las correrías del Borbón. No es cierto que no se supiera nada sobre las fechorías del rey; hubo personas que lo sacaron a la luz, pero fueron silenciados y algunos terminaron en la cárcel por injurias a la corona.
En estos días, 45 años después de los fusilamientos de nuestros compañeros, no han faltado los personajes que han defendido el trabajo hecho en la Transición. Nos han vuelto a recordar lo mucho que hicieron gente como Martín Villa y lo mucho que le debemos al sucesor de Franco. Tanto es así que los 93 puestos directivos ocupados por Martín Villa en empresas de todo tipo han sido una pequeña recompensa por su labor. Y tanto le debemos al sucesor de Franco, que el patrimonio oculto que pueda tener en paraísos fiscales es poco para lo que ha hecho. Sin duda se merecía haber robado más. Nosotros seguiremos pidiendo que se esclarezca la verdad sobre los crímenes del franquismo y de la Transición, el juicio de los responsables y la reparación a las víctimas. Verdad, justicia y reparación.
Cuatro Consejos de Guerra. Once condenas a muerte. Cinco fusilados: Xosé Humberto Baena, José Luis Sánchez-Bravo, Ramón García Sanz, Ángel Otaegui, Juan Paredes "Txiki". Eso era el franquismo y así empezó la llamada Transición.
Comentarios
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