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El problema de la tierra en Extremadura

Colectividades agrarias en 1936.- Imagen de archivo
Colectividades agrarias en 1936.- Imagen de archivo

Por Aureliano Martín Alcón, autor de "25 de marzo" y teniente-alcalde de Montehermoso (Cáceres) 

Reflexionando sobre el hambre de la posguerra en Extremadura llegamos a una primera conclusión: no se produjo por la pertinaz sequía; ya que el hambre comenzó bastante antes que aquella y continuaría tras el fin de la sequía. 

Debemos remontarnos en el tiempo si queremos encontrar los auténticos motivos. 

La desamortización de Mendizábal pretendía corregir un mal secular en el campo, para ello las propiedades de la iglesia deberían pasar a una burguesía emprendedora que modernizara el mundo rural. El resultado fue muy distinto, las tierras las recibieron condes, duques y marqueses; los antiguos propietarios, una aristocracia que aumentó sus posesiones. Quiso Madoz corregir los errores de la anterior desamortización intentando poner límites, para que esta vez la tierra fuera a emprendedores que dinamizarán el campo, pero no fue así. La aristocracia, los terratenientes, consiguieron darle la vuelta y volvieron a beneficiarse los de siempre: los ayuntamientos regalaron inmensas propiedades a la nobleza, se vendieron predios que la ley prohibía, y no se respetó el máximo de terreno permitido, pudiendo comprar cada latifundista muchas más fanegas que las limitadas por la ley. Todo ello supuso un gran "problema" para los beneficiados al no poder inscribir muchos terrenos adquiridos; pero, años más tarde, se preparó una regularización con la norma sobre Exceso de Cabida que legalizó la ingente cantidad de propiedades obtenidas burlando la ley.  

Ese proceso histórico se acentúa en Extremadura dejando la concentración de la tierra extremeña en muy pocas manos, duques, condes y marqueses, la mayoría de ellos absentistas con residencia en Madrid, y otros lugares lejanos. Esa circunstancia marcará el modelo productivo del campo extremeño. Frente a la pretensión del burgués que intenta una explotación racional de los cultivos, encontramos al aristócrata que cree que para que la tierra sea rentable no se deben dar muchos jornales, a no ser que estos sean muy baratos.  

Ahí nos encontramos con el problema de la tierra en Extremadura, el latifundismo. Durante la República todas sus aristas emergerán de forma cruel. Todo ello dentro del marco de tres acontecimientos que resumen los movimientos por la tierra producidos en este corto periodo de tiempo. 

En primer lugar, los acontecimientos de Castilblanco, diciembre del 31. Los jornaleros creen que el nuevo régimen va a resolver todos sus problemas, mientras que los latifundistas, desconfiados, se enfrentarán a cada medida que la República proponga, el hambre acabará con ella, piensan. Por eso, cuando el gobierno pretende la fijeza de los arrendatarios, los terratenientes los expulsan antes de que salga la ley. Tampoco aceptan las subidas de salarios, jornada máxima, jurados mixtos. El jefe de la guardia local de Castilblanco es el mayor defensor de los caciques que boicotean las leyes, hasta el punto de provocar una gran manifestación para defenestrarlo. En ella un guardia mata a un jornalero y después mueren los cuatro guardias que acudieron. 31/12/31. 

Y la República sigue sus pasos en busca del segundo acontecimiento paradigmático en la lucha del campesinado por la tierra en Extremadura. Tras los sucesos de Castilblanco los terratenientes se verán obligados a cumplir las leyes. Si tienen que pagar lo que marca la ley, la siembra no es rentable; piensan los latifundistas. Sólo encuentran una solución para defender sus intereses, transformas las tierras de labor en pastos, sin importarles el desempleo que puedan provocar. Esto coincide con las noticias que llegan a los campesinos de la gran estafa que legalizó el Exceso de Cabida. Se comienza a cuestionar los latifundios, y lo consideran un robo que debería corregirse mediante una Reforma Agraria que diera tierras a quienes las necesitaban, tres hectáreas serían suficientes para mantener a una familia.  

Ante la amenaza de perder sus posesiones, los latifundistas empiezan a buscar un marco de negociación, considerando líneas rojas la expropiación de los terrenos. Los sindicatos plantean una medida que estaría en el límite, los Alistamientos. Esto suponía que los grandes propietarios tendrían que dar trabajo a todos los jornaleros, repartiéndolos según la base imponible de los terrenos. Algunos creyeron que esta medida suponía una expropiación encubierta, la aceptaron para evitar males mayores, pero volvieron a incumplir. No alistaron a todo el mundo, a los que dieron trabajo le pagaban la mitad de lo establecido; pero evitaron que la Reforma Agraria les quitara las tierras productivas. En el caso de Ceclavín los propietarios tuvieron que entregar 10.000 pts. No todos habían pagado cuando les pidieron otras 20.000, se niegan en rotundo. Enfadados deciden acaparar trigo para subir el precio del pan. Todo esto conduce a la huelga general del 2 de junio del 33 en Ceclavín. Paradigma de lo que está ocurriendo en toda la región. Paran todos los sectores del pueblo, los caciques hablan de una huelga revolucionaria, en la que ni siquiera se permite acceder al pan o al agua.  

Esa huelga la ganan los jornaleros y consiguen el alistamiento de todos ellos, cobrar lo que marca la ley, contratar a los sindicalistas, establecer los jurados mixtos. Los logros alcanzan a toda la región; para poder cumplir lo pactado, los latifundistas necesitarán sembrar. 

No durará mucho esta situación, a finales de año las derechas ganarán las elecciones y todas las conquistas comenzarán a desvanecerse, unas veces por la ley otras por la inaplicabilidad de esta sin consecuencia para el infractor. Aunque los salarios vuelven a niveles bajos, y las jornadas se alargan, los caciques vuelven a sustituir la siembra por los pastos.  

El malestar en el campo es grande, la represión impide que se manifieste como en el periodo anterior, y la huelga general del campo del 34, se salda en Extremadura con 600 encarcelados. Las condiciones de miseria en la región van gestando un malestar que no pudo salir a la luz hasta la victoria del Frente Popular. Ese año comenzó en Extremadura con muchas lluvias que reducen aún más los escasos jornales, aumentando considerablemente el desempleo. Los campesinos pensaron que el Frente Popular les traería las tierras que tanto anhelaron, lo único que podía solucionar su penosa situación, tres hectáreas serían suficientes para mantener una familia.  

No esperaron, demasiados sueños frustrados, demasiadas esperanzas rotas. El 25 de marzo del 36, 80.000 yunteros ocuparon 250.000 has. El gobierno no cree que esa sea la forma, pero tampoco debía oponerse. No se produjo incidente alguno, al día siguiente los ayuntamientos inscriben todas las fincas y los yunteros comienzan a labrarlas, al fin la justicia llegó al campo extremeño.  

Poco duró la victoria. No habían pasado cuatro meses cuando el fascismo acabó con las esperanzas de los trabajadores de la tierra. En Extremadura se enfrentaron los latifundistas contra los yunteros, y los caciques ayudaron el bando ganador. No tardaron en exigir su recompensa, conocen a cada uno de los que ocuparon, a unos los mataron en el pueblo y a otros los llevaron a la plaza de Badajoz. Los que escaparon sufrirán la venganza de los vencedores. 

No fue suficiente. A los caciques les faltaba algo para que su triunfo fuera completo. La eterna pelea entre laboreo que crea jornales frente al pastoreo que trae miseria para muchos, la habían ganado los parias. Con la ayuda del nuevo gobierno de golpistas, los caciques consiguen recuperar su derecho a hacer lo que quieren con su propiedad. Así el hambre se instala en esta tierra sin que a los latifundistas ni al gobierno les importe que en hogares extremeños tengan que hervir hierbas para llevarse algo a la boca.  

No sembrar, esa fue el arma del terrateniente, su látigo contra el pobre campesino. Cuando se la arrebatan, los caciques no dudan en apoyar un golpe de estado criminal para recuperarla. 

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