Por Jesús Rodríguez Barrio
Querida Ana:
Te recuerdo un día de primavera del año 2012 en nuestro local de Campomanes, hablando de la justicia universal y de las querellas en Argentina. Hablando de nuestra vida. Cuando te entregué la documentación de mi querella. Hablando de mis recuerdos de la DGS por el correo electrónico. Me contabas que en Argentina había centros de tortura en los sótanos de los centros comerciales. Que la gente compraba y se divertía sin saber lo que había debajo de sus pies. Igual que los paseantes de la Puerta del Sol. Igual que toda la gente que vivió una vida "normal" en el tiempo de la dictadura sin saber nada de la tortura. Me transmitías la empatía y cercanía de quien sabe lo que fue vivir dentro del horror.
Te recuerdo a la salida de un homenaje a Julián Grimau, hablando de lo que sería mi declaración ante la juez Servini por videoconferencia.
Te recuerdo en el año 2013, en el Instituto Lope de Vega, leyendo una carta de Darío Rivas, que terminaba con una maravillosa frase: "sin la memoria, no somos nada".
Te recuerdo un día de octubre del año 2014, en tu casa con Pablo, cuando me proponías hacer juntos ese viaje imposible al pasado, para reconstruir la justicia soñada, después de haberla deconstruido.
Te recuerdo en el Congreso, hablando con Fabián Salvioli, el Relator de la ONU.
Te recuerdo hablando en Rivas en el homenaje a Carly Slepoy. Aquel día en el que el tiempo y la distancia parecían no existir.
Y te recuerdo, emocionada, en el día en que, por una vez, fuiste tú la que recibiste el homenaje de toda la gente que te quería.
Pero recuerdo, con dolor, el tiempo en el que perdí el contacto contigo. Solo yo sé lo que fue mi vida en ese tiempo, pero ya no te lo puedo contar.
El dolor de la ausencia irremediable, es todavía más duro para las amistades perdidas en el tiempo de la vida.
Es el vacío que deja una persona a la que ya no podrás decirle lo mucho que la quieres.
Yo sé que, a pesar de tu ausencia, te mantendrás viva entre nosotras mientras hablemos de ti y mientras podamos recordar. Por eso te escribo esta carta, para no olvidarte, para que no seas olvidada. Para que no me olvides.
La fotografía que encabeza esta carta es del año 2015. Pero no sé nada más. Mis recuerdos se pierden en la niebla del tiempo pasado.
Pero, entre la niebla, emerge también tu figura: frágil, inteligente, sensible, culta, comprometida y valiente.
Así te quiero recordar y así te recuerdo, Ana.
Comentarios
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