Buzón de Voz

La rima que busca Esperanza

Aquí ni dios lee poesía, pero a todos les ha dado últimamente por la lírica. Esperanza Aguirre se apropia irónicamente de la definición de "verso suelto" del PP que en su día acuñó para sí mismo Ruiz-Gallardón. Rajoy hace rimar Gallardón con "ambición" y con "ilusión", y a José María Aznar con "no estar". Góngora y Quevedo le echaban más talento a la hora de cruzarse varapalos en verso, pero tampoco se puede exigir a los políticos un ingenio literario por el que no se les paga. A Rajoy se le ha insistido para que analice la última jugada de Esperanza Aguirre en el Gobierno de la Comunidad de Madrid. Ya en prosa, el reelegido presidente del PP ha contestado que lo único que interesa estos días en España es lo que haga nuestra selección en la Eurocopa. Y no le falta razón. Ya quisieran Rajoy o Zapatero captar a 17 millones de telespectadores en un debate parlamentario, pero tendrán que conformarse con una audiencia cada día más similar a la de la poesía.

Una vez que salgamos de la feliz resaca futbolera, Rajoy no tendrá más remedio que seguir haciendo rimas en el calvario de la oposición. Porque el último golpe de efecto de Esperanza Aguirre supone el más evidente aviso de que la crisis en el PP no está cerrada tras el congreso de Valencia. Es cierto que el cambio de Gobierno lo tenía decidido desde hace casi dos meses. Había consejeros con menos notoriedad pública que algunos ganadores de juegos florales. Pero también es evidente que Aguirre ha aprovechado esos cambios para liquidar a aquellos consejeros que ya no son de su confianza. Al lector de Málaga o de Castelldefels le importará una higa lo que Aguirre decida sobre el Ejecutivo madrileño, pero debe saber que esas decisiones tienen mucho que ver con los destinos del principal partido de la oposición en toda España.

La lideresa no ha cometido el error de despedir simplemente a los que apoyaron a Rajoy en Valencia o aceptaron formar parte de la nueva dirección del partido. Eso sería una pura vendetta. Dicen en su entorno que Esperanza rima con "confianza". Ha querido que el mensaje recibido por la dirección fuera un poco más sutil y directamente relacionado con la lealtad y con la alta política.
Por un lado, Aguirre ha diferenciado entre quienes le consultaron previamente qué debían hacer en el caso de que Rajoy les ofreciera sumarse a los órganos de dirección y quienes lisa y llanamente la "traicionaron". En esta última especie se ubica sobre todo el vicepresidente cesado, Alfredo Prada, adversario declarado de Ignacio González –el otro y ya único vicepresidente y mano derecha de Aguirre–. Prada se sumó al cambio impulsado por Rajoy sin haber informado siquiera a su jefa. Hechos consumados. El otro peso pesado, Manuel Lamela, conocido en toda España por su persecución a los médicos del Hospital de Leganés entre otras gestiones disparatadas, no actuó con deslealtad y ha sido premiado con un sillón en Caja Madrid.

De modo que el primer mensaje para Rajoy consiste en que la Comunidad de Madrid es la Numancia del PP. No es lo mismo ser crítico como diputado raso que ejercer la divergencia con un boletín oficial en la mano, un presupuesto multimillonario,  cámaras de televisión disponibles y un cargo que presupone aparecer a menudo a la izquierda del rey y a la derecha del presidente del Gobierno. Ese presupuesto permitió en 2004 recolocar a un montón de gente del PP que se quedó en el paro tras la derrota electoral del 14-M. Si lo hubieran aceptado, Juan Costa y Manuel Pizarro podrían pertenecer hoy también a ese castillo de las esencias liberales en el que se ha convertido el Ejecutivo de la Comunidad de Madrid.

Liderazgos paralelos

El segundo mensaje trasciende las rencillas internas del partido sobre los órganos de dirección. Anteayer, cuando Aguirre explicó los cambios, intentó justificarlos –sin ningún éxito– como una medida coherente con la austeridad necesaria en tiempos de crisis. De hecho se colocó a sí misma como ejemplo de lo que debería hacer Zapatero. O sea, ejerció lo que pretende: un liderazgo paralelo al de Mariano Rajoy.

De modo que, una vez que superemos el ataque colectivo de orgullo nacional por la Eurocopa, Aguirre procurará no desperdiciar una sola oportunidad de aparecer como referencia en la oposición al PSOE. Tiene previsto hablar poco o nada, ni en verso ni en prosa, sobre las interioridades del PP. Pero se despachará a menudo sobre la política económica, la inmigración, la sanidad o el terrorismo. Mientras Rajoy tendrá que ir superando una tras otra las pruebas electorales, la lideresa observará el panorama desde su privilegiada atalaya y rodeada de fieles.

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