Ciudadanos

Cosas que todos los jueces deben saber

ANTONIO AVENDAÑO

Hay una escena memorable en la película Horizontes lejanos en la cual los buenos, que capitanea James Stewart, tienen acorralados a los malos en un desfiladero, de manera que éstos no tienen manera de escapar y aquéllos sólo necesitan apretar el gatillo para ir acabando uno por uno con todos los forajidos. Hay luego un momento en que el héroe ordena a los suyos que cesen el fuego, dado que sus adversarios no tienen defensa alguna; sin embargo, uno de los pistoleros del bando de los buenos, que encarna Arthur Kennedy, se niega a dejar de disparar y le pregunta con gesto de sorpresa al jefe que por qué no matarlos de una vez a todos a los malos, ahora que los tienen a tiro. Es entonces cuando James Stewart se gira en escorzo, lo mira con desolación y le responde con una frase a medio camino entre la sabiduría y la amargura: "Si no sabes por qué debemos dejar de disparar, no puedo explicártelo".

A algunos de los magistrados que integran la piadosa Sala de lo Contencioso les ocurre algo parecido: si con lo mayores que son y la mucha ciencia jurídica que atesoran no son capaces de comprender que la expresión "de género" es equivalente a la expresión "de sexo", no podemos explicárselo; y si no han entendido que la expresión "opciones vitales" no significa algo malo, sino simplemente algo normal y no necesariamente cargado de contenidos sexualmente pecaminosos, tampoco podemos explicárselo.
Ciertos jueces se comportan más como curas rijosos que como prudentes juristas. Y se comportan así porque no entienden lo obvio: no entienden la idea misma de libertad, sea ésta ideológica o sea sexual; ni la idea misma de Estado aconfesional; ni la idea misma de que la justicia es un 50% de aplicación de la ley y un 50% de sentido común. Parecen creer que esto es el viejo Oeste y que James Stewart jamás existió.

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