Posos de anarquía

97 días de Rajoy como president

Todo se ha vuelto loco, por momentos una farsa, al menos en cierto círculos. La situación que atraviesa hoy en día Catalunya es tan esperpéntica, que a veces creo que, incluso quienes se mantienen firmes en sus posiciones por convicción, no por enrocamiento, comienzan a flaquear. Tras la polvareda levantada con los últimos mensajes de Puigdemont a Comín, ¿en qué punto nos encontramos realmente?

Responder a esta pregunta es complicado. Lo único que es innegable, pero que despierta otra pregunta, es que Mariano Rajoy lleva gobernando Catalunya desde hace más de tres meses, desde que el pasado 27 de octubre el Senado activó el artículo 155. ¿Cuál es la pregunta? Sencilla: Catalanes y catalanas, ¿habéis notado grandes cambios en vuestro día a día?

Pregunto en su día a día porque a nivel macroeconómico, por ejemplo, el INE ya se encargó de demostrar que, en contra de lo esgrimido por partes interesadas, el turismo no se resintió en 2017. Así las cosas, ¿han percibido alguna mejoría o un sustancial empeoramiento en alguno de los aspectos de gestión? Algo me dice que la respuesta, con matices, es un no.

Si quisiéramos hacer malabares discursivos, podríamos decir que el propio Rajoy es la prueba viviente de que Catalunya se puede gobernar en la distancia. La diferencia respecto a Puigdemont, es que éste encabezaba la lista, siendo ya prófugo, de la segunda fuerza más votada, mientras que Rajoy ni aparecía en listas del PP, el cuarto partido menos votado, al borde de no tener ni representación.

No haremos esos malabares, aunque much@s pensamos que Rajoy lleva años gobernando España desde la distancia, porque su realidad es tan ensoñada que nada tiene que ver con la que sufrimos la clase obrera. Ahondaré en el hecho de que no han percibido grandes cambios; esto seguramente se extiende a muchos meses atrás, a demasiado tiempo de desgobierno en Catalunya en la que, en realidad, sí se producen cambios. El progresivo deterioro del Estado del Bienestar avanza, en ocasiones imperceptibles, pero ganando terreno que costará mucho recuperar.

Ningún partido en campaña, ni siquiera la triunfante Arrimadas y Ciudadanos -la que desconocía hasta la tasa de desempleo-, cogió el toro por los cuernos, planteó un programa de Gobierno con el que sacar a Catalunya del atolladero en el que lleva desde hace años. Piensen que si España podría ser más rica de no ser por el atajo de mangantes que han pasado por las Administraciones, en el caso de Catalunya, no sólo padecen a los mangantes nacionales, sino también a los autonómicos.

Es hora de que, incluso si quiere seguir luchándose por la República Catalana, se haga con un programa de Gobierno encima de la mesa, serio, elaborado, con datos reales y exhaustivos, medidas concretas más allá de ondear banderas, sean de los colores que sean. Todo lo demás, venga del lado nacional o nacionalista, no hará más que contribuir a este espectáculo bochornoso de caretas, registros en maleteros e investiduras fallidas.

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