El brote de listeriosis que arrancó en Andalucía y ha saltado a otras Comunidades Autónomas ha dejado al descubierto una sucesión de errores y pésima gestión que deja a la ciudadanía en la más absoluta indefensión. Lo malo no es sólo que por parte de las autoridades sanitarias se haya actuado deficientemente, sino que ni siquiera existe la honestidad de admitir que quizás esa ineptitud se ha cobrado ya una vida humana.
La listeriosis no es cosa de broma. Hace ocho años, se llevó la vida por delante de casi una treintena de personas en EEUU, afectando a 26 Estados. Precisamente por ello choca la pésima gestión del brote surgido a partir de lotes de carne mechada. La ciudadanía vuelve a estar en manos de la clase política, que informa y desinforma con tal de salvar su propio trasero. En función de que se lea uno u otro periódico, la culpa del retraso en la alerta del brote salta de una a otra Administración... y todas ellas parecen culpables.
El laboratorio, dependiente del Ayuntamiento de Sevilla, confudió el etiquetado de los productos de las dos empresas sospechosas de haber comercializado alimentos contaminados. Primer error. A partir de ahí, comienza la sucesión de malas decisiones políticas sobre las cuales nadie quiere asumir responsabilidad. A pesar de que hacía cinco días (9 de agosto) que la Junta de Andalucía contaba con pruebas fehacientes para identificar el origen de la infección, no fue hasta el miércoles 14 de agosto cuando se comenzó a retirar los lotes del mercado. Imaginen la cantidad de personas que pudieron infectarse en esos cinco días fatídicos.
Redondeando el despropósito, el ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social ha tardado también en responder a los requerimientos de asociaciones de consumidores como Facua para activar la alerta nacional, aunque ya había activado la red de vigilancia alimentaria y la epidemiológica.
¿Qué ha pasado alrededor de este brote de listeriosis? ¿En qué momento, incluso quienes no sufrimos la infección, hemos pasado de ser ciudadanía a víctimas? La gestión política de esta crisis sanitaria nos ha obligado a jugar a la ruleta rusa. Si se analiza fríamente y se es consumidor habitual o puntual de este tipo de carne, el hecho de que no padezca listeriosis es pura fortuna. Quizás esté enferm@ cuando lea esto, pero todavía no lo sepa, dado que el brote no ha llegado a su pico porque el periodo de incubación es de 70 días...
Resula triste e inquietante comprobar la falta de garantías que nos ofrecen nuestros gestores y, además, cómo escurren el bulto, incluso, cuando hay vidas en juego, con una muerte ya que lamentar. Resulta patético cómo el partidismo entra en juego también una cuestión tan seria, que afecta de manera tan grave a la ciudadanía. La indefensión es total; lo ha sido en este caso, por mucho que ahora nos vendan lo contrario.