La destitución de Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz del PP en el Congreso se está intentando encuadrar dentro de una estrategia de moderación. ¿Realmente es así? Cuando se cuenta con un partido con personajes como Rafael Hernando, Teodoro García Egea o el mismo Pablo Casado, ¿qué margen hay para la moderación?
Se tiende a confundir la forma con el fondo. Cuando uno pega un puñetazo, no porque asegure haber dado una caricia duele menos. Los papeles que de ahora en adelante cumplirán Cuca Gamarra, como sustituta de Álvarez de Toledo, y José Luis Martínez Almeida, inaugurando un puesto creado ad hoc para él -chocando con el de Pablo Montesinos- no garantizan moderación alguna.
Mientras el líder del partido continúe siendo el niño de los recados de Aznar no habrá tregua. Bien es cierto que el expresidente tiene en gran consideración a su pupila Cayetana, pero cuando se trata de poder, no hay remilgos y sentimentalismos que le valgan. De pupila pasa a daño colateral. Si ella en algún momento creyó que tendría su protección, no pudo estar más equivocada. Era un instrumento más, absolutamente prescindible, dentro de la estrategia para recuperar un PP debilitado por la extrema-derecha que se fugó de sus filas a Vox.
Y es que septiembre está a la vuelta de la esquina, llegará la moción de censura de Vox y Santiago Abascal la utilizará para ahondar en su discurso de la "derechita cobarde". Sin embargo, Casado tiene diversos frentes abiertos con los que puede mantener una línea dura sin caer en posturas fascistoides en asuntos como la migración, la violencia de género o la lucha contra la desigualdad. La defensa de la monarquía y del Borbón autodesterrado, la imputación de Podemos, la aprobación de unos nuevos presupuestos y el reparto de los fondos europeos, todo ello aderezado con la gestión del COVID-19 (economía, vuelta al cole...) le bastará para que mientras Gamarra y Martínez Almeida hablan con música de fondo de Kenny G, sus dobermans se lancen a la yugular del gobierno de coalición.
Los 22 minutos que dedicó ayer Álvarez de Toledo a recriminar su destitución fue la historia de otro intento frustado, el de presentarse como una persona íntegra cuando realmente hace tiempo que clavó rodilla en suelo. Más que una imagen digna, la exportavoz del PP en el Congreso se apareció a la opinión pública como un animal malherido que se revuelve. Si tan íntegra es como quiere aparentar, ¿cómo es que ha tenido que ser destituida en lugar de dimitir? Si es tan honesta con sus principios y su concepción de libertad no es compatible con la autoridad de Casado, ¿cuánto tiempo ha estado sometida y por qué no optó por dar una lección de integridad y abandonar su cargo? De nuevo, un daño colateral, esta vez a su propia integridad, en su carrera hacia el poder. Es marca de la casa. Es marca del PP.