El tirón de la manta anunciado que dará Luis Bárcenas en el juicio por la caja B del PP es una muy mala noticia para la Justicia española. Asistir a este lamentable espectáculo en el que la Justicia se concibe como una partida de ajedrez o un bazar en el que se regatea y se juega al trueque hace añicos la confianza en su amparo.
Todo hace indicar que en el nuevo juicio que arranca hoy el extesorero del PP desvelará información, avalada con nueva documentación, que pone en jaque no sólo a la cúpula del PP en la era Rajoy, sino a un buen puñado de empresarios. Y es que, no lo olvidemos, en toda corrupción hay corruptor y corrompido y, en este punto, casi interesa más cazar a ese empresariado mezquino que se cree con el poder de comprar voluntades políticas, sea cual sea su color.
Ver cómo Bárcenas se ha reservado esa información, cómo no la aportó a la Justicia cuando debía y cómo ahora para hacerlo ha de entrar en contradicción con los testificado anteriormente es desalentador... y debería tener consecuencias penales para él, por ocultación de pruebas, por intentar manejar los tiempos y modos de una Justicia cuando no es competencia suya.
Y si resulta desalentador cómo se juega así con los procesos judiciales, más descorazonador es conocer el porqué de esta ocultación: porque se suponía que el PP tenía suficiente influencia en el poder judicial para evitar que la mujer de Bárcenas no ingresara en prisión.
La moraleja de esta historia es que el dinero y el poder sí son determinantes en la Justicia. Este modo de jugar en un proceso judicial como en un mercado persa no está al alcance de cualquiera; no debería existir para nadie, pero existe y eso es injusto en sí mismo.