A pesar de las novedades, las bufandas, las rastas, las barbas, las chaquetas de lana, todo el hemiciclo giraba ayer en torno a una teta. Fue una revolución pacífica y trascendental, como la de Copérnico cuando demostró que la Tierra giraba alrededor del Sol en lugar de viceversa. Con la gravedad habitual con que en España se toman los asuntos verdaderamente serios (las Reinas Magas, por ejemplo), buena parte de sus señorías y la casi totalidad de la prensa centraron su atención en el bebé de Carolina Bescansa. Nada más aparecer, empezaron a correr apuestas de si la madre se sacaría o no el pecho y, caso de hacerlo, si daría de mamar únicamente a su hijo o también a Iñigo Errejón, que le pillaba al lado.
Ante el escándalo lácteo que se montó a renglón seguido, los parlamentarios de Podemos explicaron que se trataba de algo normal (como hicieron en su día otras parlamentarias europeas e incluso Alicia Sánchez Camacho el día en que se inauguraba la pasada legislatura), un gesto que reivindica la dificultad que supone para miles de españolas el hecho de compaginar el trabajo con la maternidad. Bescansa pudo compaginarlo sin mayores problemas, hasta el punto de que en un solo día igualó la marca laboral de tantos diputados que llevan lustros sin pegar un palo al agua y ni siquiera tienen la excusa de un bebé hambriento. Algunos le reprocharon que utilizara a su hijo como medida de presión, en lugar de esperar a que cumpla seis años, como hizo Cayetana en la cabalgata de Reyes Magos. Pero Cayetana tampoco necesitó llevar a su pequeña al Congreso de los Diputados ni un solo día durante cuatro años para demostrar que puede seguir ejerciendo de marquesa a sueldo completo.
La reivindicación, sin embargo, también venía de parte del bebé, quien entre gruñidos, hipos y pedorretas no sólo acaparó la atención de los congresistas, no sólo se esforzó más que muchos de ellos a los largo de la anterior legislatura, sino que también nos proporcionó algo de que hablar a los periodistas. De hecho, con sólo tirarse un pedo ya tenía más que decir que todas esas cuadrillas de políticos mansos que únicamente acuden a calentar su escaño cuando hay que tirar de voto. Además, los eructos del bebé no molestaban tanto como los ronquidos de algunos diputados, aunque quizá no fuesen tan discretos como el tableteo de Celia Villalobos jugando al Candy Crush. Para evitar males mayores, la policía de la Cámara ha cacheado a Rita Maestre, portavoz del Ayuntamiento de Madrid, y a José Manuel López, líder de Podemos de la Comunidad, no tanto para asegurarse de que no llevaran pancartas como para comprobar que no escondían más niños de pecho que pudieran alterar el solemne desarrollo del acto.
Uno de los que más se indignaron con la presencia del lactante en el hemiciclo fue el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. "Es lamentable" afirmó el ministro a la salida, rodeado de querubines y serafines -unos corruptos, otros incorruptos; unos sin tetas, otros con tetas- mientras le daba una propina a Marcelo, el ángel de la guarda al que usa de aparcacoches.
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