Dominio público

La guerra de comunicación PSOE-PP

Manuel Campo Vidal

MANUEL CAMPO VIDAL

10-01.jpgComenzó el curso político, el escolar y la liga de fútbol, pero también la crucial batalla política de comunicación que se anuncia intensa, emocionante y sobre todo nueva. A diferencia del Real Madrid y el Barcelona, casi sin fichajes esta temporada, tanto el PP como el PSOE presentan una alineación distinta al equipo con el que llegaron, agotados, a las elecciones de marzo.

Saben los socialistas que, a partir de ahora, lo tendrán más difícil, y no solo por la economía en depresión que sustituye a las euforias del pasado reciente. Es que enfrente ya no están los mismos. ¡Qué fácil era comunicar contra Ángel Acebes y Eduardo Zaplana, que blandían un discurso reforzado por José María Aznar, Jaime Mayor Oreja e Ignacio Astarloa, mientras Mariano Rajoy optaba por la indefinición!

Ahora, en vez de Acebes, María Dolores de Cospedal; en lugar de Zaplana, Soraya Sáenz de Santamaría, a la que quisieron crucificar sin éxito en la despiadada emisora episcopal nada más llegar: "¿Usted conoce varón, con ese aspecto de novicia?". Pero súmenle la reaparición de Ana Mato, desplazada a Europa cuatro años, y el hallazgo de Esteban González Pons, experto en colar titulares por la escuadra. Acaso deberían concederle más minutos de juego.

Y no olvidemos a Rajoy. Antes, un amigo suyo, lo definía así: "Mariano no se moja ni lloviendo". El calvario al que le sometió tras las elecciones la emisora de los obispos y el periódico rectoral forjó una nueva percepción del político gallego. Aguantó impasible cubos de agua, pero salió de Valencia con el traje planchado. En su discurso final comprobamos allí, en las caras contrariadas de sus enemigos internos, que no contaban con su resistencia, ni con su tapada Cospedal, impecable en palabras y puesta en escena. ¡Aquella crucecita de plata en su cuello que dejaba entrever la cremallera del vestido rojo no podía ser casualidad! Al mundo católico más intransigente no le debió pasar desapercibido el detalle.

Pero el PSOE también se ha renovado. Salió al campo, por sorpresa, Leire Pajín, flamante profesora de Sociología, con una formación global-local poco común. Global después de 5 años en Cooperación Internacional y local porque creció en la base del socialismo valenciano, un hábitat históricamente balcanizado. En el PP, quien mejor la conoce como adversaria directa es González Pons y admite que esta Leire es distinta y mejor que la de la campaña electoral.

Pero atención a José Blanco. Paga el tributo del número dos que tiene que hacer de "malo" en casi todas las declaraciones, como le sucedía a Alfonso Guerra, Francisco Álvarez-Cascos o Javier Arenas. Pero su discurso en el Congreso del PSOE no fue el de siempre y como siempre. Con decir que Felipe González lo felicitó, con lo poco dado que es a felicitar...

Cierto que de Blanco se suelen publicar solo frases ásperas, o incluso absurdas, como aquella en la que, en su blog, anunciaba que "no había hecho público antes su apoyo a Obama para no interferir en las primarias americanas". Preguntado al efecto, se limita a decir: "Lo malo de empezar un blog, es que después no puedes cerrarlo y te falta tiempo para atenderlo personalmente". Buen consejo para navegantes.

Entretanto, en el Gobierno el desconcierto comunicativo es manifiesto. A la rueda de prensa de Barajas después de la catástrofe aérea se presentaron cuatro ministros para leer un comunicado y no admitir preguntas. El episodio de la inmigración suscitado por Celestino Corbacho sobre la contratación de trabajadores en origen lo apoyó Miguel Sebastián, pero lo corrigió la vicepresidenta Fernández de la Vega. Sugiere este episodio, como la huelga de camioneros o las declaraciones contradictorias sobre la crisis, una coordinación gubernamental que "en origen tiende a cero", como diría el ministro de Trabajo.

"Pero tienen a Zapatero", replicaba en una conversación sobre comunicación un alto dirigente del PP. Cierto, pero lo más probable es que José Luis Rodríguez Zapatero, como le pasaría a cualquiera, vaya deteriorando su imagen, sobre todo si su trabajo en los próximos años va a consistir en justificar noticias a cual peor. Contra la crisis, el optimismo a secas desgasta. Pero sí, tienen a Zapatero. Y también a Ramón Jáuregui en el banquillo, buen comunicador, pero casi siempre suplente.
Hay más comunicadores excelentes en ambos equipos, aunque por diferentes razones toman la palabra solo ocasionalmente. Alfredo Pérez Rubalcaba es extremadamente hábil en sus declaraciones, pero su destino actual lo contiene. Los ministros de Interior deben destacar sobre todo por sus silencios. Y algo así sucede con la titular de Defensa, Carme Chacón, en su día portavoz del PSOE. Desaprovechado también parece el capital comunicacional del investigador y ministro Bernat Soria que suena a viejo profesor, tipo Tierno Galván, pero apenas se le oye.

Enfrente, el PP ha recuperado a Cristóbal Montoro, al que la actualidad de los descalabros económicos le concede micrófono y cámara a diario e interviene sin las ocurrencias de su antecesor Arias Cañete, a veces polémicas. Pero, sobre todo, el PP reserva como joya de la corona a Alberto Ruiz-Gallardón, seguramente el mejor comunicador de la plantilla, para las fiestas mayores o para emergencias.

La gran batalla comunicativa de la política española ha comenzado. Pero estamos solo en el primer cuarto de hora, con nueva alineación, viejos problemas y banquillo potente. Hay partido y se anuncia una emocionante liga político-comunicativa. No hay que perdérsela. El título esta en juego.

Manuel Campo Vidal es periodista y sociólogo. Director del Instituto de Comunicación Empresarial.

Ilustración de Patrick Thomas

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