Tierra de nadie

¿Y si Zapatero cuelga las botas?

Andan preocupados en el PSOE por si a Zapatero le da la depre y hace mutis en 2012. La inquietud es comprensible porque la cantera de líderes se ha descuidado mucho y esto de la política es un poco como el fútbol, con el inconveniente de que no puedes salir a fichar al extranjero. La temporada empezó mal, y entre el estado del terreno, tan embarrado que no ayuda, y la dureza de los contrarios, lo de la liga se ha puesto imposible. Faltan mediocentros y un buen rematador, porque el equipo se defiende en su área, sobre todo cuando Blanco reparte estopa, pero no termina de ir bien de cabeza. Con este panorama, los socialistas no pueden permitirse que se les retire la estrella, a la que, dicho sea de paso, nunca le gustó la competencia. Es lo que tiene depender demasiado de una sola persona.

Ser un buen líder no es sencillo. No basta con tener olfato y puntería; hay que repartir juego, y en eso Zapatero no ha destacado tanto como sus maneras apuntaban. Aún así, a estas alturas del campeonato es insustituible, toda vez que las viejas glorias ya no tocan balón salvo en algún amistoso de solteros contra casados, y las jóvenes promesas no despuntan, bien por falta de continuidad, bien por falta de clase. Tan descabellado es tratar de fabricar un líder de la noche a la mañana como pensar que basta con señalar a alguien con el dedo para que empiece a empapar de carisma la camiseta.

Ello no quiere decir que con Zapatero el éxito esté asegurado. Ni el fútbol ni la política son ciencias exactas. Tan peligroso es confiar el ataque a genialidades incomprensibles como refugiarse en la vacuidad y no pasar de medio campo. Hay quien fracasa con un juego muy directo, como cuando Normal Mailer quiso ser candidato demócrata a la alcaldía de Nueva York con su lema "¡Basta de mierda!", con el que forzosamente todos coincidían, y quien, como Rajoy, espera marcar en un despiste del contrario.

Tal y como está concebida la política, se depende tanto del resultado que se olvida el estilo. Interesa la victoria, aunque sea con la mano, porque hay demasiada gente que confía su nómina y su coche oficial a que la pelota bese la portería contraria. Por el contrario, existen aficionados que no entenderían que el PSOE renunciara a la banda izquierda sólo para amarrar los tres puntos. Son los que se quedarán en casa el día del partido decisivo.

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