Un máster en económicas no creo que sea suficiente. Para entender el dichoso recibo de la luz hay que ser directamente premio nobel de matemáticas. Y ahora, con lo de los contadores inteligentes, no te digo ya. Porque no basta con ser un figura en esto de los números. Además hay que disponer del tiempo libre necesario para conseguir descifrar, analizar, sacar conclusiones y planificar cuándo vas a hacer funcionar el lavavajillas, poner los espaguetis a cocer en la vitro o dedicarte a planchar un rato.
Ná, hombre, ná. Si está chupao, mira: tú te metes en internet seis o siete veces al día, sigues las subastas, anotas las franjas horarias en que la energía eléctrica va a costar menos al día siguiente y a esa hora, las tres de la madrugada por ejemplo, pues vas y pones la lavadora tan ricamente. O haces el puchero y después lo congelas que está igual de sabroso. Si todo es cuestión de planificarse. ¿Que te hemos subido casi el doble el precio fijo de la potencia contratada? Pues contrata menos, hombre. ¿Que si contratas menos te saltan los plomos? ¿Pero a quién se le ocurre poner el radiador al mismo tiempo que cocinas? ¿Y las mantas, para qué están las mantas cuando te sientas en el sofá a ver la tele?
Además de sumisos neoliberales de pacotilla, nos han salido charlatanes de mediopelo. Profesionales del cuento chino y de intentar metérnosla doblá. Los lumbreras de Industria, con el ministro a la cabeza, andan de bolos por las teles y radios afines, que ya son casi todas, intentando disfrazar de reforma unas subidas escandalosas que convierten una necesidad básica en producto de lujo.
Y digo yo, ¿no podían seguir robándonos directamente estos del recibo de la luz, como vienen haciendo toda la vida, y dejar de complicar tanto las cosas? ¿Tienen además que llamarnos derrochadores, hablarnos de tarifas planas, contadores inteligentes, subastas y demás farfolla? Las leyes del mercado, dicen. ¡Amos, anda! Tienen la caradura de "venderte" que es por tu bien y que te saldrá más barato, ya verás... y cuando llegas al buzón y te encuentras carta de Endesa, o de Iberdrola, te tienes que tomar una biodramina antes de abrirla si no quieres desmayarte al conocer las dimensiones del sablazo.
Aquellas pocas cosas que teníamos más o menos bajo control y conseguíamos que no nos quitaran demasiado el sueño, estos facinerosos las han conseguido embarullar hasta el límite de descolocarnos y hacernos llegar a la conclusión de que, te organices como te organices, acabarán robándote como siempre pero más. El recibo de la luz, o de la energía eléctrica como se le llama finamente, es ya un asalto a mano armada como lo es el de la telefonía desde que, teóricamente, se liberalizó el sector. Menos mal que iban a competir entre ellos. Libertad de elección, libre mercado le llaman a que podamos elegir el autor de la putada, ¡qué amables!
Mi recibo de la luz, perdón, de la energía eléctrica, y el de las personas que me rodean ha engordado estos últimos meses de manera escandalosa. Comparar consumos y precios con los de años anteriores es un puro ejercicio de masoquismo que conviene evitar sobre todo si tenemos la tensión alta o andamos regular de los nervios.
Y es que de eso se trata, de avanzar todo lo posible en la operación de tenernos cada vez más acogotados, más inseguros, de hacernos más dóciles ante la autoridad competente por lo civil o por lo militar. No les basta con tenernos acojonados pagando hipotecas cuyo montante es mayor que el precio que ahora tiene el piso. No se conforman con sabernos con el alma en vilo por si no podemos pagar la cuota y nos desahucian. No les parece suficiente que haya vuelto el miedo a ponernos enfermos, a no poder pagar las medicinas, a una operación demasiado costosa... Quedaba la energía eléctrica y ya nos han jodido. Solo queda el agua, veremos por cuánto tiempo, para que nada imprescindible acabe siendo tocado.
¡Qué sensación de indefensión, qué inseguridad, qué incertidumbre, qué impotencia! Hasta hace poco, cuando alguien con cierta suerte en la vida quería expresar gráficamente el estado de "tranquilidad" económica al que había conseguido llegar, solía decir:
-Bueno, yo la luz la tengo ya pagada hasta que me muera.
Mucho me temo que de ahora en adelante, si no quieren pillarse los dedos, van a tener que buscarse otro tópico más cabal. Porque la luz, queridos míos, ya no es lo que era. A menos que hayas sido presidente de gobierno o ministro, y logres sentarte después en el consejo de administración de alguna de esas empresas cuyas facturas, para robarnos mejor, consiguen que no haya manera de entender.
Comentarios
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