Luna Miguel

Te invito a mi casa

Te invito a mi casa

 Siempre es agradable que el Premio Nobel de la Paz te invite a su casa. Qué gusto tomar café al lado de Desmond Tutu y René Cassin, jugar a las cartas con Martin Luther King o Dalai Lama (esos nunca hacen trampas) o pasear por el jardín con Al Gore y Madre Teresa de Calcuta cuidando de que ésta no se tropiece con sus faldas en la hierba. Siempre es agradable, digo. Siempre impone más respeto asistir a la Mansión de la Paz que a la casa de cualquier otro colega friki del juego más violento de la Play. ‘Te invito a mi casa’ le dijo Barack Obama a Zapatero ‘te invito a un acontecimiento Histórico Planetario’, porque en cuestión de astronomía Obama equivale a un astro y Zapatero solamente es meteorito. El último Premio Nobel de la Paz tiene un trato muy agradable y cercano, o eso piensa Zetapé, quien sonreía en el Despacho Oval, admirando un decorado al que asistía por primera vez en tantos años. Como buen Premio Nobel de la Paz, a Barack Obama no le pudieron faltar detalles: regaló a nuestro presidente una edición facsímil del segundo discurso de Abraham Lincoln. Esto a Zapatero le pilló por sorpresa, pues tuvo que sacarse del bolsillo su Guía Cool de Barcelona (mucho más sofisticada y moderna que la Campsa, pensó, pero no tan completa). Cualquier día veremos Obama pegar saltos en el Primavera Sound, o flipar con algunas de las exposiciones del MACBA, o comprar las ediciones más punks de la literatura catalana Odio Barcelona, Matar en Barcelona... o incluso tomar unas cañitas ricas en el Raval... que el Premio Nobel de la Paz también tiene derecho a salir de casa y divertirse.

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