Luna Miguel

«Rector, rector, me duele el cerebro»

«Rector, rector; me duele el cerebro»

 A Mercedes Cabrera no le gusta que un rector sea elegido por sufragio universal. A mí, creo, tampoco. Desde hace un par de semanas la Uni se ha llenado de pancartas con nombres de tipos de los que no había oído hablar en mi vida. Hombres trajeados que prometen cosas preciosas: ¡más plazas de parking! ¡Más atención en la cafetería! ¡Más horas de biblioteca! ¡Más ordenadores! ¡Más y más y más! ¿Y para qué queremos, me pregunto, más horas de biblioteca si en nuestro Campus apenas tenemos los títulos que necesitamos? ¿Y para qué más plazas de parking si todas las ocupan vuestros malditos autobuses gigantes de promoción electoral? Rectores. ¿Quiénes sois? Aparecéis de pronto en nuestras vidas y nos regaláis lápices con vuestro nombre grabado, chapas que pinchan, gomas que no borran. ‘Si me votas te invito a paellas enormes en el patio del Aulario, que es un plato muy español, ya sabes, mi mala gestión se debe a la falta de presupuesto, por eso me lo gasto todo en arroz, que es más barato que, por ejemplo, renovar esos ordenadores prehistóricos que apestan a quemado, en donde comprobar la bandeja Hotmail es más costoso que enviarle una carta a tu primo en el siglo XV’. Mercedes Cabrera dice que la Universidad es su preocupación y su desafío. Para mí ir a la Universidad sí es un desafío, pero también mi deporte favorito. Me gusta pertenecer a ese grupo de jóvenes ‘cuyo cerebro es del tamaño de un cacahuete’. Me gusta que nos digan que la ESO nos ha trastornado. Que no leemos. Que no pensamos. Que Bolonia nos dejará todavía más imbéciles. Me gusta porque a veces me miro el cerebro en el espejo y comprendo toda la verdad. 

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