Otras miradas

La vida libre de las mujeres

Maria Freixanet Mateo

Senadora En Comú Podem

Maria Freixanet Mateo
Senadora En Comú Podem

Una semana. Solo queda una semana y tengo un nudo en el estómago.
Durante meses, representantes de todos los partidos nos hemos reunido, lunes tras lunes, para tratar de ponernos de acuerdo sobre qué es lo que hay que hacer para erradicar la violencia contra las mujeres.

Decenas y decenas de personas han comparecido para darnos su opinión experta. Información, datos, propuestas. Abogadas, fiscales y juezas; educadores sociales, personal educativo y sanitario; asociaciones de mujeres víctimas, organizaciones feministas, entidades del tercer sector.

Semana tras semana, para sentar una base para el Pacto de Estado. Y ahora, con un volumen ingente de información y recomendaciones, los partidos nos sentamos a hablar. Aquí en el Senado, y allí en el Congreso. Hablamos. Comparamos. Exponemos nuestras posiciones sobre cada uno de los flancos que han aparecido.

Las reformas legales para rellenar los huecos por los que ahora se escapa impunidad para los agresores. Reformas sociales, para asegurar el bienestar de la víctima. Policiales, y asegurar la protección. Sanitarias, y lograr que ese sea un lugar de detección. O educativas, para mí imprescindibles; educativas, para lograr que la violencia no se produzca. Hay que lograr una sociedad que aprenda no violencia, que aprenda respeto a las mujeres, que aprenda igualdad. Libertad.

Hoy, con un borrador en la mano, tras varios días de reuniones con senadoras de los demás partidos, me siento en el ordenador a tratar de ordenar las ideas. A revisar nuestras propuestas. Y a marcar las propuestas de las demás que, a nuestro parecer, son/no son aceptables y positivas.

Una semana. Nos queda una semana de negociación, antes de cerrar el Pacto de Estado. Y mientras en la calle oigo risas, un grupo de niños que juegan, conversaciones, escucho la voz de una vecina que conozco de hace poco, repaso mis apuntes de este medio año, las propuestas y las prioridades.

Este es, para mí, un momento crucial. Tras años de trabajo sobre el género, la desigualdad y la violencia contra las mujeres, y tras un año y medio ya en el Senado, hoy pienso que es posible que algo de lo que logremos, de lo que pactemos, salve una vida. Devuelva una sonrisa. Erradique un miedo.

Y sé que es un Pacto. Solo eso, un Pacto. Y que, posiblemente, el resultado sea frustrante, pues un Pacto solo sirve para fijar en que SÍ estamos de acuerdo. Todo aquello que no genere acuerdo quedará fuera, y no son pocas cosas, y deberemos seguir luchándolas desde otras trincheras. Pero aquello que sí; aquello que todas reconocemos de sentido común, y no son pocas cosas, aquello tiene fuerza para cambiar, pues tiene el compromiso de todo el arco parlamentario, y la mirada incisiva de una ciudadanía atenta y crítica con lo pactemos.

Me muerde una sensación de responsabilidad. También de privilegio, de poder ser parte de esto. También de esperanza, de que algo cambie. Y también de intensa angustia, de que sea terriblemente poca cosa.

Dejo el ordenador y bajo a la calle. Es viernes, Maria, relájate, que es San Juan. Mañana sigues. Saludo a la vecina, me pregunta que a dónde voy, que si he quedado esta noche, me cuenta que ella tenía un plan pero que no va a ir, me cuenta que su novio no la deja salir esta noche, que tiene celos, que se van a quedar los dos en casa, que ya sabe lo que pienso pero que él la quiere tanto. Enmudezco, descompuesta. Vuelvo a estar delante de ese borrador. Sé que le pido imposibles a un papel, pero aun así. Hay que lograr una sociedad que aprenda no violencia, que aprenda respeto a las mujeres, que aprenda igualdad. Libertad. Que aprenda, de verdad, a amar.

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