Antonio Baños

Mourinho sí que es atómico

Comprendo que es bastante difícil, entre la boda de los dos pichones ingleses y la judicialización de la pelota derivada de los inagotables clásicos futbolísticos, en mantener el interés sobre ciertas noticias que, además de desagradables, son ya algo antiguas. Me refiero, claro está, a la lenta y aburrida catástrofe de Fukushima. Como bien definió un ingeniero del MIT, el accidente es: "Un Chernóbil a cámara lenta" Y todos sabemos que en nuestra sociedad hiperacelerada y banal, la cámara lenta la dejamos para las explosiones en las pelis de acción. De manera descarada, los periódicos de derechas del país borraron hace semanas cualquier noticia sobre la catástrofe de su sección de breves. Ni el aumento del perímetro de exclusión, ni el humo negro ni los nuevos vertidos al mar existieron para una parte de la prensa española. Hoy, pasado más de un mes, el estado es el mismo, los vertidos fluyen pero lo que antes nos preocupaba, hoy nos aburre.
Cuando ocurrió el desastre de Chernobil las autoridades soviéticas se dedicaron a no informar que para eso estaban. Pero, como cantaba Bob Dylan en sus buenos tiempos, la respuesta estaba en el viento y fue éste el que llevó la radio actividad hasta la central sueca de Forsmark donde dieron cuenta del exceso de material peligroso que salía de alguna parte de la URSS. Ello forzó a las autoridades soviéticas a convocar una conferencia internacional donde, como es obvio, se pactó el grado de mentiras que las autoridades de todos los colores filtrarían a la ignorante población.

Hoy, sin embargo, nada de eso ha sido necesario. La propia dinámica de los medios de comunicación, totalmente volcada en la inmediatez antes que en la importancia, ha hecho que ni siquiera sea necesario que las autoridades nucleares del mundo se vieran sometidas a censura. Y ha permitido que nosotros dejásemos de mirar hacia una verdad demasiado constante y terrible.
Cuando se realizó con éxito la primera explosión atómica, la prueba Trinity en la jornada del muerto en Nuevo Mexico, el director de la misma, Kenneth Bainbrige dijo una frase que ha quedado asociada a toda la industria atómica: "Ahora somos todos unos hijos de puta". Después del olvido general sobre Fukushima, añadiremos la amnesia a nuestros enfermedades, la indiferencia a nuestros pecados, y la hijoputez será la manera de encarar el colapso de nuestro sistema productivo.

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