Violencia machista a través de nuestros animales

Hay una forma de violencia machista de la que no se habla lo suficiente, en parte porque implica a animales en una sociedad especista. Se le suma a ello que sigue siendo también violencia contra las mujeres, una lacra que sigue sin preocupar lo suficiente, simplemente por las víctimas son, eso, mujeres.

A las mujeres se las puede comprar, se las puede usar, maltratar y abusar sin que estas acciones tengan consecuencias. En la última macroencuesta del Ministerio de Igualdad se vuelca que el 92% de las mujeres que han sufrido violencia sexual fuera de la pareja no denunció ninguna de estas agresiones en la Policía, la Guardia Civil o el Juzgado. El 97.5% no denunció el acoso sexual sufrido por parte de hombres. El  78.3% de las mujeres que han sufrido violencia física, sexual, emocional por parte de su pareja o ex pareja tampoco ha denunciado a sus agresores. Los motivos para cada uno de los grupos de mujeres estudiados están relacionados con el propio machismo imperante: miedo a no ser creídas, eran menores cuando ocurrió, tenían miedo de su agresor, etc. Recomiendo que hagan una lectura pormenorizada de la macroencuesta.

En el caso de la violencia machista a través de los animales con los que convivimos ocurre que las mujeres no somos la víctima principal de esa violencia física, sino el propio animal. Y ya sabemos qué ocurre con el maltrato animal en nuestro país. Al especismo reinante se le une que es muy difícil demostrar que el daño que un maltratador inflige a un animal tiene como motivo hacernos daños a nosotras. Para muchas mujeres es también muy complicado ponerle las palabras correctas a su propia situación y a la del animal: si ya es difícil que muchas no se culpen a sí mismas por el maltrato que reciben directamente, se hace imposible si se extrapola dicha violencia a otro individuo, humano o no humano.

De la misma forma que los maltratadores hacen daño a sus parejas a través de las criaturas (o a sus ex parejas, con las que litigan por la custodia cuando durante la convivencia, por decirlo suavemente, no habían sido precisamente los padres del año) reaccionan igual con los animales, con juicios por la custodia incluidos, a pesar de que no solo han pasado olímpicamente de sus cuidados, sino que los han maltratado, como maltratadores que son.

Nuestro Código Civil dictamina que "todas las cosas que son o pueden ser objeto de apropiación se consideran como bienes muebles o inmuebles" y aquí se incluye a los animales: tienen condición de bienes muebles en caso de divorcio o separación. En 2017 se presentó una propuesta de Ley sobre el régimen jurídico de los animales (una de las pocas propuestas que tuvo el visto bueno de todas las fuerzas políticas presentes en aquel momento), pero con el adelanto electoral quedó en suspenso.

A día de hoy sigue siendo mejor opción que tanto el chip, como la cartilla de los animales esté a nombre de las mujeres que sufren violencia machista de cualquier tipo por parte de su pareja, o que intuyan al menos que la sufren. (Si llega a ser realidad esa ley, nos prepararemos todas para el futuro 'síndrome de alienación parental animal', o algo similar que seguro se sacará de la chistera el machirulado).

Las formas que tiene esta violencia doble son muchas, van desde la amenaza velada hasta la muerte del animal. Y el agresor, de nuevo, es quien tiene las de ganar, sólo hay que observar el porcentaje de denuncias y de petición de ayuda formal por parte de las mujeres víctimas, que no aumentan debido al propio sistema. Hablemos más de esta violencia, hablemos por nosotras, y hablemos también por los que no tienen voz.

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