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Tonelería Ripoll en Sant Jordi

Con ciencia viajera por PEPE CERVERA

Almacenar líquidos en grandes cantidades ha sido siempre un problema tecnológico. Pocos materiales y estructuras a la vez contienen y soportan el peso de mucho líquido. Y si tienen que ser transportables, la cosa se complica; la cerámica tiene sus límites. Así nacieron los toneles, vasijas de madera curvada y cinchada de tal modo que la propia hinchazón del material al humedecerse cierra los huecos e impermeabiliza el conjunto. Para colmo la madera imparte nuevas cualidades a los líquidos, hasta tal punto que los vinos y licores se envejecen en toneles para enriquecerlos con los sabores que aparecen. Pero la tonelería no es un arte sencillo. Los listones de madera se resisten a tomar formas curvas sin violencia, y hace falta forzar mediante vapor su ablandamiento. Luego hay que sujetarlos con tiras de hierro colocadas en caliente; sólo después pueden usarse como almacén de vinos y licores. En el Centro de Interpretación del Vino y la Tonelería Abelardo Ripoll puede verse el proceso, junto con herramientas relacionadas con la viticultura tradicional. Y el catálogo de la tonelería está dentro de una gigantesca tina de madera de 6 metros de profundidad, construida en 1850.

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