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La rata supersticiosa

CIENCIA DE PEGA // MIGUEL ÁNGEL SABADELL

Imaginen que colocan una jaula con una rata de laboratorio frente a un espacio de unos tres metros de longitud y medio metro de anchura. En el otro extremo hay un plato vacío. En un determinado momento se abre la jaula y 10 segundos después de abrirse cae la comida en el plato, eso si la rata tarda esos segundos en llegar hasta allí. Si tarda menos, el plato se mantiene vacío. Tras una serie de ensayos de prueba y error, la rata, un animalillo muy hábil a la hora de establecer interconexiones prácticas, crea una relación entre la aparición de comida y el intervalo temporal. Ahora bien, como normalmente sólo invierte dos segundos en llegar hasta el plato, debe dejar transcurrir los ocho segundos restantes de una forma que está en contradicción con su instinto natural de dirigirse directamente a la comida. ¿Qué es lo que sucede?

El tiempo de sobra de esta rata adquiere un significado que los psicólogos llaman "pseudocausal". Es decir, que cualquier comportamiento que tenga, por extraño que pueda parecernos, actúa confirmando y reforzando las acciones que el animal supone que son necesarias para conseguir ser recompensado con el alimento. En definitiva, que nuestra querida rata presenta un comportamiento que en nosotros se llama "superstición". Cualquier movimiento, por nimio o tonto que pueda parecernos, tiene un significado decisivo para el animal.

Evidentemente uno puede objetar que en la interpretación de este experimento estamos confiriendo a la rata una especie de concepción del mundo de tipo humano y eso es pura fantasía. Sin embargo, no deja de sorprender el paralelismo con nuestros comportamientos supersticiosos, como no pasar debajo de una escalera o no sentarnos a una mesa si somos 13 comensales.

Puede tener varias causas: una, la propia tradición, que creemos porque es antigua. Esto es, aceptamos el argumento de autoridad sin plantearnos nada más, del mismo modo que aceptamos sin dudar el significado de las cartas del tarot, de las líneas de la mano o de los sueños. ¿Nos hemos preguntado alguna vez por qué tienen el significado que tienen y no otro? Nunca. Lo dicen los libros y eso basta. Otra es que confundimos correlación con causalidad. Que algo suceda a continuación de otro suceso no quiere decir que el primero sea causa del segundo.

Son, en fin, pobres intentos por comprender el funcionamiento del mundo. Y es que, como decía Nietzsche, hay gente que quiere creer y otra que desea saber.

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