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Intelectuales, ciencia y guardias

EL ELECTRÓN LIBRE // MANUEL LOZANO LEYVA

* Catedrático de física atómica molecular y nuclear, Universidad de Sevilla

En un evento multidisciplinar de una universidad española participaban cinco personalidades de fama y renombre en distintos campos del saber y, nota exótica por modesta, un servidor, como científico. Se trataba de analizar desde diferentes puntos de vista la relación entre la incerteza (sic) de la cultura y la incertidumbre en que está inmersa la humanidad. O algo así. La cosa valía como curso de postgrado para estudiantes de diferentes carreras. Las conferencias fueron auténticas piezas de oratoria a las que, ¡ay de mí!, les encontré un pequeño fallo común: ningún orador citó, ni de pasada, el papel de la ciencia y la tecnología en el devenir social desde la caída del muro de Berlín, que de eso se trataba. Por ejemplo, el historiador ignoró la irrupción de Internet; el sociólogo, el papel de la telefonía móvil; el teólogo, la cosmología observacional; el filósofo, la física teórica y el jurista, la informática aplicada al tratamiento de datos. Intervine en los coloquios, créame el lector, muy pacata y humildemente, tratando de señalar lo decisivas que son la ciencia y sus aplicaciones. Me enteré por los jóvenes que todos los excelsos me habían tachado de arrogante, unos, y de ignorante, los demás. De hecho, a mi charla no asistió ninguno.

En el viaje de vuelta a Andalucía recordé los días en que grabé un programa de televisión sobre ciencia y justicia. Me relacioné con muchos guardias civiles y policías nacionales y hablamos con soltura de matemáticas, ingeniería, física y biología. Simulaciones de accidentes de tráfico por ordenador; uso de infrarrojos y radar en el Estrecho; localización informática de pederastas; análisis químico de muestras infinitesimales; el papel del estudio del ADN en la persecución del crimen; detectores de latidos de corazón en ambientes de ruido extremo y un fascinante etcétera formaron parte de nuestras conversaciones. Pero también hablamos de delincuencia, inmigración, música, historia y mil cosas más.

Un comandante de la Guardia Civil, al comentarle el buen nivel de cultura general y científica en particular que me parecía que tenían los guardias, contuvo mi entusiasmo diciéndome: "El otro día escuché a un cabo deletrear una palabra técnica por teléfono y al llegar a la ‘u’ dijo ¡‘U’ de Uropa!". Bien, reflexioné, en cualquier caso es obvio que hay instituciones y mentalidades en las que la ciencia y la tecnología están encontrando el acomodo que exige la cultura del siglo XXI. En cambio, otras en las que esa exigencia es más perentoria (el lector sabe a qué y quiénes me refiero) siguen mostrándose de una impermeabilidad berroqueña a la ciencia. Lo siento, pero recuerdo con mucho más placer los días que pasé con polis y picoletos que los que estuve con los cinco insignes intelectuales. De aquéllos aprendí mucho y de éstos, muy poco.

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