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Tántalo y sísifo

LAS 30 Y UNA NOCHES // CARLO FRABETTI

* Escritor y matemático

El agua no huye de su boca ni los frutos eluden su mano.

Come y bebe hasta saciarse, pero pronto vuelve a tener hambre y sed.

Su pena consiste en perder el precioso tiempo apagando apetitos que inmediatamente se reinflaman.

Tántalo es otro Sísifo, y el deseo es su piedra.

El suplicio de Sísifo no consiste en subir una y otra vez a la cima de un monte una roca feroz que fatalmente rueda cuesta abajo.

Pues el condenado no lucha contra la gravedad, sino contra la entropía, y sus ciclos no se miden por horas o días, sino por años o siglos.

Construye ciudades que el tiempo devuelve a la tierra, renace y envejece, ama y olvida.

Su suplicio es tan lento que en algunas de sus fases puede convertirse en gozo, igual que la diluida agresión de quien quisiera apoderarse de otro se resuelve en abrazo o caricia.

La propia fugacidad del hombre lo protege del tiempo estatuario de los dioses.

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