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Póker de átomos

CIENCIA SOÑADA // JORGE BARRERO

La tabla periódica puede llegar a frustrar vocaciones científicas. Un mantra difícil de memorizar, plagado de términos extraños entre los que, inesperadamente, relucen como en el fondo de una batea el oro, el hierro y un puñado más de elementos cotidianos. El aprendizaje de la dichosa tabla arroja una visión tan mecánica y aburrida de la química como la que otros nos formamos del latín y sus insufribles declinaciones. ¡Más de un estudiante habrá, incluso, sufrido pesadillas! Sueños muy distintos del que, siempre según las crónicas de la época, permitió a Dimitri Mendeleev, a mediados del siglo XIX, aclarar sus ideas y proponer este alfabeto de la materia.

Mendeleev trataba de ordenar el caos de elementos que estaban siendo descubiertos en lo que se considera la edad dorada de la química. Desde la perspectiva actual es difícil valorar este esfuerzo. Ahora sabemos que el átomo se compone de partículas más sencillas y asumimos que los átomos de distintos elementos se originan al combinar de diferente manera estas partículas. Sin embargo, los átomos del siglo XIX eran indivisibles, bloques fundamentales de la naturaleza diferentes entre sí y sin relación aparente. Mendeleev, provisto de una baraja con símbolos químicos, se enfrentaba a un complejo solitario: agrupar en familias lógicas el medio centenar de elementos que se conocía.

Una noche despertó con una idea de configuración que no sólo encajaba con las propiedades que parecían repetirse (periódicas) entre algunos elementos, sino que predecía la existencia de otros nuevos, necesarios para completar los huecos de la tabla. Pocos años después, un francés, un sueco y un alemán descubrieron por separado los elementos que Mendeleev había vaticinado. En plena efervescencia del nacionalismo romántico, los bautizaron como galio, escandio y germanio. Desde entonces, la tabla periódica ha seguido completándose con elementos naturales y, más recientemente, con otros inestables, que surgen y se desintegran en el laboratorio.

Uno de estos elementos sintéticos, el 101, fue denominado finalmente mendelevio, un homenaje tardío al químico ruso. No importa, él siempre tuvo el cariño y la admiración de los suyos. Lo agradeció con sus descubrimientos, con su lucha como activista político, con su cruzada frente a las seudociencias y, por si fuera poco, formulando la composición ideal del vodka, que, a recomendación suya y según la ley rusa todavía hoy vigente, en el año del centenario de su muerte, ha de llevar una molécula de etanol por cada dos de agua (40 grados).

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