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Teilhard de Chardin (I)

ORÍGENES // JOSÉ MARÍA BERMÚDEZ DE CASTRO

* Director del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana, Burgos

Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955) dejó una huella profunda en las investigaciones sobre evolución humana. Los interesados pueden leer su apasionante biografía en medios escritos diversos, pero quiero despertar la curiosidad de los lectores con este necesariamente breve homenaje a su larga y fructífera carrera profesional. Teilhard de Chardin forma parte de un nutrido grupo de religiosos jesuitas, que en el siglo XX dedicaron su vida a la ciencia y la filosofía. En España tenemos varios ejemplos, como el de nuestro maestro el profesor Emiliano Aguirre que, a pesar de sus 84 años, sigue escribiendo sobre sus conocimientos y su ciencia.

Teilhard fue un gran pensador, un erudito que acumuló una vasta sabiduría, producto de sus estudios de teología, filosofía, botánica, zoología y geología, así como de sus largas estancias en países como China, Etiopía, India, Indonesia, Birmania, Sudáfrica, etc.. Tal vez, muchos lectores hayan tenido la oportunidad de viajar también a estos y otros países, pero estamos hablando de la primera mitad del siglo XX, cuando viajar no era tan sencillo y en particular a determinados destinos. Su doctorado en mamíferos fósiles del Eoceno Inferior le consagró como un consumado paleontólogo.

Como muchos otros jesuitas de su época, Teilhard se interesó en gran medida por la evolución humana. No sólo llegó a excavar en España (Cuevas del Castillo y Puente Viesgo, en Cantabria) o en el Reino Unido (Cantera de Piltdown), sino que llegó a co-dirigir las excavaciones del yacimiento chino de Zhoukoudian. De este profundo interés surgió su "esquizofrenia" de pensamiento entre lo religioso y lo científico. La formación de Teilhard de Chardin comienza por la teología y la religión (Colegio Jesuita de Hasting, Reino Unido). Estos estudios conformaron su mente y reafirmaron sus creencias cristianas.

Con este bagaje, Teilhard conoce la prehistoria de la mano de otros científicos y religiosos, como el Abate Henri Breuil, Marcellin Boule y los investigadores británicos implicados en el conocido caso de Piltdown (Charles Dawson o Smith Woodward). Así surgen sus conflictos científico-religiosos, donde el conocimiento empírico de la ciencia y la fe se muestran difíciles de conciliar. Pero Teilhard realiza un esfuerzo de síntesis para esquivar su particular encrucijada. La evolución biológica no tiene una dirección ni un propósito, sino que cambia con el azar de los cambios ambientales y la riqueza de la diversidad genética de las especies. Teilhard debe admitir la teoría de la evolución, pero le da un sentido divino, teleológico y direccional, que conduce como finalidad al Ser Humano.

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