Posibilidad de un nido

Hijos e hijas del umbral

El jueves 20 de octubre de 2011, la periodista Olga R. Sanmartín publicaba una noticia en un periódico tan poco sospechoso de socialcomunista como El Mundo con el siguiente titular: "El 21,8% de los hogares, bajo el umbral de pobreza". Se basaba en la correspondiente Encuesta de Condiciones de Vida del Instituto Nacional de Estadística (INE). HOGARES es la palabra.

La mañana del 27 de mayo de aquel mismo 2011, va a cumplirse ahora UNA DÉCADA, la policía cargó contra los "indignados" que permanecían acampados en la barcelonesa Plaça de Catalunya. Los Mossos d’Esquadra utilizaron sus porras con saña (yo estaba allí y doy fe) y dispararon bolas de goma. Las imágenes de la carga, por su violencia, se multiplicaron en imágenes que daban miedo y vergüenza. El entonces portavoz del Govern (CiU), Francesc Homs, declaró que solo se trataba de una "labor de limpieza". El asunto acabó con 121 heridos, desde luego ninguno violento. "Acampados" los llamaban incluso las instituciones que cargaron contra ellos.

Poco más de dos semanas después, el 15 de junio de 2011, algunas personas enfurecidas agredieron e insultaron a los políticos catalanes. Queda en el recuerdo el president Artur Mas (CiU) llegando en helicóptero. Eran las horas anteriores al debate de los presupuestos y la zona del Parlament estaba rodeada de manifestantes que protestaban por los recortes, por la violencia policial y por la situación de precariedad que imponían las medidas económicas posteriores al llamémosle "crack de 2008". Algunas de aquellas personas, pocas, agredieron e insultaron a algunos políticos.

Aquellos mismos días, el entonces coordinador de la Cruz Roja, Enric Molis, aseguró que tenía que "remontarse a la Guerra Civil" para encontrar un momento tan peliagudo en lo económico, en la pobreza. Su institución había dado de comer en el último año a más de 140.000 personas. El año anterior habían sido más de 130.000. En Catalunya, en julio de 2011, se calculaba que el 20% de la población estaba en el umbral de la pobreza, algo que no ha hecho más que crecer hasta hoy.  Esa era la verdadera violencia, pero en Catalunya las portadas de todos los periódicos se centraban en la otra, la que había ejercido aquel grupo de "indignados" contra sus políticos.

Sin embargo, no se trataba de Catalunya. Catalunya era el síntoma, no el problema. Las cifras eran semejantes en todo el territorio español. En cuanto a la infancia y según datos de Cáritas, uno de cada cuatro niños, niñas, se encontraba entonces "en una situación de pobreza y vulnerabilidad que les dificulta hacer efectivos derechos básicos, como el acceso a la salud o la educación". La pobreza infantil se multiplicaba en España alcanzando a uno de cada tres niños en algunos territorios. Sebastián Mora, a la sazón secretario general de Caritas, se hacía entonces la siguiente pregunta: "¿Cómo va a estudiar alguien cuando no tiene qué comer?, o ¿cómo va a pensar en apuntarse en un itinerario formativo cuando no tiene casa?".

Ha pasado una década desde que la periodista Olga R. Sanmartín publicara aquel "21,8% de los hogares, bajo el umbral de pobreza" en El Mundo. El porcentaje entonces se traducía en cuatro millones de hogares, cuatro millones, no de personas, de hogares, bajo el umbral de la pobreza en España.

En aquel 2011 vivían en España algo más de nueve millones de menores, de los cuales alrededor de dos millones y medio eran pobres, según datos de Unicef. En esta cifra se incluyen, además de aquellos que sufren "pobreza severa", los que se encuentran en el llamado "umbral de la pobreza", algo que antes llamábamos "pobreza" a secas. Diez años después, la población de hombres y mujeres de entre 15 y 34 años es de poco más de 10 millones, de los cuales, si calculamos solamente el 30% (siendo muy optimistas), nos da el resultado de alrededor de tres millones de jóvenes pobres.

ENTONCES es la palabra.

AHORA es la palabra.

Como indican todos los informes al respecto (las publicaciones son tantas que basta acudir a la OCDE y elegir cualquiera de los últimos diez años), las desigualdades socioeconómicas en España no han dejado de crecer en la última década. O sea, que los jóvenes que han crecido en situación de pobreza se cuentan por millones. Desde pequeños. En casa, en el colegio, en el barrio. Siempre. Su pobreza, la pobreza de sus madres, la de sus padres, la de sus abuelos y abuelas, la de sus compañeros y compañeras de clase, la de su barrio.

Sin embargo, el meollo de la cuestión no es su pobreza, sino la riqueza del resto. Llamamos desigualdad al hecho de crecer siendo pobre en un entorno rico, pero se llama violencia. También se llama tristeza, desarraigo, abandono escolar, falta de futuro, rabia, desaliento y tantas otras cosas que quienes escribimos artículos, quienes tenemos esa posibilidad, quienes "analizan" la "situación política", quienes dictan sentencias, quienes se sientan en el parlamento no podemos enunciar. Lo saben los médicos que se dedican a la Atención Primaria en los barrios pobres y los maestros y maestras de esas mismas zonas.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) acaba de presentar un informe sobre Las repercusiones sociales de las pandemias, que prevé un estallido de "revueltas sociales", en teoría fruto habitual de "las pandemias". Muy pertinente, pero ¿de verdad alguien cree que lo que sucede, las "revueltas sociales" que vivimos y no me cabe duda viviremos, son flor de pandemia? Un poco de seriedad. Es otra cosa. ¿Qué cosa? Yo no lo sé.

La diferencia entre aquellos jóvenes que rodearon el Parlament de Catalunya en 2011 y quienes ahora desatan su furia en las plazas reside en que no alcanzamos a abarcar sus razones, y quién sabe si por ahora podrían explicárselas a sí mismos.

He visto movilizaciones de todo pelaje, muchas de ellas con sus correspondientes "algaradas", incluso participé en alguna hace ya tantos años (de la algarada, no de la movilización) que ya ni me acuerdo de mí misma. Sin embargo, esas las he comprendido, sabía de ellas, yo tenía algo que ver. Tenía. Conjugación en tiempo pasado. En esta ocasión, y no se trata de la edad, me faltan datos, me falta experiencia para plasmar el fondo. Uso aquí el término "experiencia" como el conocimiento que te proporciona lo vivido. Me niego a hacer mías unas circunstancias ajenas, rechazo semejante impostura. Quienes hoy sacan su furia a las plazas son la consecuencia de que llamemos "umbral de la pobreza" a la pobreza misma. Hijas e hijos de nuestra decadencia en el umbral del estallido. Qué sabemos nosotras, nosotros, sentadas a la tecla de un portátil conectado a la línea telefónica, junto al radiador.

Recuerdo que cuando me desahuciaron con mis dos hijos al lomo, escribí (entre otras cosas) un artículo para la argentina Revista Anfibia, reproducido el diario francés Libération, titulado La desahuciada que narra. La base del texto era la siguiente: Quienes sufren un desahucio no pueden o no tienen dónde narrarlo, mientras quienes narran los desahucios no tienen forma de entender lo que se vive. A eso me refiero. Hemos llamado "umbral de la pobreza" a la pobreza. Nosotras, nosotros, desde teclados, partidos políticos, cadenas de radio y televisión... ¿Cómo osamos relatar su rabia?

 

PD. (Según datos de Oxfam Intermón, más de cinco millones de personas viven con menos de 16 euros al día en España. Pero alertan de que esto no ha hecho más que empezar

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