Posibilidad de un nido

Hemos venido a molestar, Feijóo

El líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, interviene durante una sesión de control al Gobierno en el Senado, a 21 de febrero de 2023, en Madrid (España). Foto: Fernando Sánchez / Europa Press
El líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, interviene durante una sesión de control al Gobierno en el Senado, a 21 de febrero de 2023, en Madrid (España). Foto: Fernando Sánchez / Europa Press

El meollo no está en "la gente de bien", sino en el verbo: Molestar. Alberto Núñez Feijóo se encontraba ventilando su transfobia en el Senado y, hablando sobre la Ley Trans, le espetó al presidente Pedro Sánchez una de esas frases que te retratan: "Deje ya de molestar a la gente de bien". Toma ya. Los socialistas no perdieron ni un minuto y Sánchez ironizó con el hecho de que los derechos de las mayorías molestaran a la "gente de bien" y sobre quién era y quien no era gente de bien, y la idea de la "gente de bien" llenó papeles y tertulias.

Sin embargo, lo mollar de la pútrida expresión de Feijóo –qué pequeñísimo se nos ha quedado este hombre-promesa– no está en esa "gente de bien", sino en el verbo que utiliza, "molestar". Le dice Feijóo al presidente y al Gobierno de coalición y a sus socios de Gobierno y a sus millones de votantes: "Dejen de molestarnos".

¿Y a qué se refiere Feijóo? ¿Qué les molesta tanto? Se refiere evidentemente a los avances feministas, a la idea de consentimiento, a los derechos de las personas trans, a la Ley del Aborto, a todo lo que no sean los sempiternos derechos del macho blanco, heterosexual y rico, o sea no pobre. Ah, pichón, te hemos pillado. No es ni siquiera esa "cuestión ideológica" con la que os llenáis la boca a diario. Es que estabais muy cómodos como estabais. Nos ha jodido mayo con las flores. 

Todo cambio molesta. ¿A quién? A quien vive bien, instalado en sus privilegios. Sí, eso, pero también a quienes no han hecho nada por cambiar eso, a quienes quedan en evidencia, a quienes cualquier avance les provoca una pereza indecente. Voy a poner un ejemplo, y ya me perdonarán que resulte tan evidente, pero sigue siendo el que mejor ilustra todo esto: el caso de Plácido Domingo.


No hay duda ya de que Plácido Domingo cometió abusos sexuales, agresiones. No porque lo digamos las feministas, sino porque lo dijo él mismo. Él mismo lo admitió e incluso pidió disculpas por haberlo hecho con el imperdonable argumento de que entonces "las cosas eran diferentes". La prueba de que no lo eran es que las mujeres a las que agredió siguen sufriendo las consecuencias de aquello, siguen marcadas por sus abusos, y así lo recuerdan y denuncian. 

Entonces, ¿por qué miles y miles de personas siguen apoyando a Domingo? ¿Por qué pone en pie a teatros enteros donde en cada recital acumula minutos de aplausos? ¿Qué aplaude esa gente? Esa gente no celebra una gran actuación de su ídolo. Aplauden como una forma de apoyo. Pero ¿por qué apoyan a un hombre que ha admitido haber abusado sexualmente de trabajadoras? Porque les resulta tremendamente incómodo que el hombre al que admiraban entonces y siguen admirando sea un agresor sexual. O sea, porque la denuncia les molesta. Un ídolo es un modelo, un ejemplo de éxito, fama, triunfo. Si tienen que revisarlo, también tendrán que revisarse a sí mismos, de raíz. Sin duda, les resulta más cómodo no hacerlo. O sea, menos molesto.

En el caso de los hombres, y del patriarcado en general, los avances del feminismo, del movimiento LGTBI, los nuevos modelos de familia y todo lo que eso trae consigo, los ha sumido en una crisis que ya cuenta con una nutrida literatura y diarios análisis. La idea de la sociedad que teníamos hasta ahora está cambiando aceleradamente y eso molesta a quienes tenían el culo bien cómodo en la poltrona de sus privilegios. Para empezar, los hombres heterosexuales. Sí, todos. Todos, toditos, todos, porque su vida es infinitamente mejor que la de las mujeres, qué duda cabe, pero también mucho más fácil que la de los hombres homosexuales, que la de los hombres trans. A los señoros se les está molestando. Y a las señoras del patriarcado también, no lo olvidemos. Mucho hablamos de los aliados en términos feministas, pero ya va siendo hora de hablar también de las aliadas del patriarcado, que están a la derecha, a la izquierda, al centro y adentro. Es mucha gente la que se siente molesta, claro, millones y millones de hombres y mujeres en España.

Toda mejora en los derechos de las minorías molesta a la mayoría, porque ve mermados sus privilegios, o porque tiene que mirarse en el espejo de lo que es y ha sido, o por ambas cosas a la vez. O sea, que la cuestión no radica en si una medida es buena o no, justa o no, si mejora o no la sociedad. La cuestión para Feijóo y para toda esa gente que representa es que cualquier cambio les molesta. 

Las feministas sabemos bien de eso. De molestar. Resultamos incómodas, cargantes, irritantes, pesadas. Qué risa. "Deja ya de molestar" es lo que le dice el padre al hijo; lo que le dice el marido tradicional a la esposa tradicional, es una expresión basura que denota superioridad, autoridad, que retrata como inferior a quien molesta. La "gente de bien" estaba ahí desde siempre. Lo que ha cambiado es que ahora, cuando dicen que les molestamos, quedan en evidencia y el retrato que arrojan de sí mismos ya nos resulta ridículo.

En cuanto a lo de molestar, sí, a eso hemos venido. No dejo de pensar en el poema de Rafael Alberti cantado por Paco Ibáñez A Galopar. Y me digo: A molestar, a molestar, hasta enterrarlos en el mar.

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