Posibilidad de un nido

Ada Colau, Alejandra Jacinto y la voluntad del bien común

Alejandra Jacinto y Ada Colau. EUROPA PRESS
Alejandra Jacinto y Ada Colau. EUROPA PRESS

De la misma manera que, como escribí la semana pasada, es evidente que el PP daña a la sociedad y la democracia, hay otros movimientos o partidos políticos que la hacen mejor. O al menos lo intentan, que viene a ser lo mismo. Intentar hacer el bien es hacer el bien.

Deberíamos preguntarnos con frecuencia por qué alguien entra en política, más allá de los procelosos asuntos del ego. En contra de las demagogias habituales, la labor política no es trabajo bien pagado, pero además, en el caso de las candidatas, está el agravante de la exposición pública. Para las mujeres que participan en política en particular, y para cualquiera de nosotras con presencia en lo público, la vida se empina en todos los sentidos y todos los ámbitos.

Deberíamos suponer, en principio, que cualquier persona que presenta su candidatura al gobierno que sea lo hace con una intención de servicio público, para mejorar la vida de sus conciudadanas y conciudadanos, de lo público, de lo que nos es común. Lamentablemente, la costumbre nos ha colocado en otro lugar. En España, más, porque la jefatura del Estado y la cabeza del reino están levantadas sobre una monumental construcción de corrupción que hunde sus raíces en la dictadura. Una sociedad que traga con eso, que no se levanta, que se ha acostumbrado, es más fácil de dañar.

Pensaba, en lo referente al daño, en la forma en la que la derecha española ha manejado el pasado terrorismo de ETA en esta campaña especialmente gruesa, a lo que ya me referí en el artículo antes citado. Nadie que difunda mentiras, que atice el miedo, que engañe para lograr la victoria puede gobernar bien.

Gobernar bien consiste en mejorar la vida de la mayor parte de población posible, luchar contra las desigualdades y las injusticias, ampliar los derechos pendientes, poner coto a los desmanes económicos, a la explotación de los trabajadores y trabajadoras, facilitar el techo, el transporte, el alimento, los suministros y la calidad de vida a las personas, a todas ellas. También supone poner la ecología por delante de los intereses de las grandes corporaciones y saber plantar cara a los atropellos propios de un sistema capitalista feroz, voraz, que está esquilmando los recursos y las vidas. Para eso hay que poner el cuerpo, y no parece tarea grata ni fácil. De ahí que reclame el cuestionarnos con mayor frecuencia las razones que mueven a nuestros servidores públicos.

En Madrid y Barcelona hay dos ejemplos palmarios de lo anterior, de personas que se deciden a pelear por el bien común. Y conste que precisamente no es plaza fácil ninguna de las dos grandes metrópolis internacionales. Es más habitual encontrar una candidatura limpia de intereses aviesos en una pequeña localidad. Las capitales siempre están cruzadas por grandes asuntos económicos, el suelo manda, la vida se suda en ellas con un esfuerzo más peludo.

Me refiero a la alcaldesa y candidata Ada Colau (Barcelona en Comú), en Barcelona, y a la candidata a la Comunidad de Madrid Alejandra Jacinto (Podemos-IU-Alianza Verde). Ambas comparten algo fundamental: antes de iniciar su carrera política en sentido estricto, pasaron años luchando en el activismo para hacer más fácil la vida de los menos favorecidos y favorecidas. Desde la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, desde entidades por el derecho a la vivienda y a una vida digna. No lo hacían por dinero. En esos lugares el lucro no es una idea que se contemple. Lo hacían por convencimiento y unos férreos principios éticos.

Decido señalarlas porque no todo en política son intereses económicos, espesas construcciones partidistas o personajes al servicio de causas privadas poco claras. A veces aparecen políticas, políticos, cuyo motor es el bien común. Considero que es importante nombrarlas y que su presencia permanezca

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