Posibilidad de un nido

A soplar el pitorro

Ojo a las muñecas hinchables, que no son ninguna tontería. Los mastuerzos de la extrema derecha no se han plantado ante la sede del PSOE con peluches, ni pancartas, ni retratos de pintarrajeados, ni muñecas de trapo colgadas a la manera de Vinicius. Podrían haber enarbolado, qué sé yo, brujas o por ejemplo, animales. Se me ocurren, por mi natural imaginativo y por la costumbre, zorras, vacas, ratas, cerdas, gallinas e incluso cabras montesas. Pero no. Los manifestantes ultras decidieron cambiar las banderas de fascistillas por muñecas hinchables, muñecas de las de toda la vida, de esas de plástico con la boca abierta y un agujero en donde debería estar la vulva. Remedos de mujer que son un par de agujeros, plástico y aire. Muy ilustrativo.

Desde hace ya algún tiempo ha quedado demostrado que la verdadera barrera contra el avance de las fuerzas de extrema derecha, y de derechas ultraconservadoras como la española, somos las mujeres. Muchas, muchísimas de nosotras no votamos a fuerzas que recortan derechos, a fuerzas machistas, misóginas, a fuerzas que oprimen a la población más vulnerable. Nosotras, la inmensísima mayoría, sabemos lo que cuesta vivir, sacar adelante una familia o sacar adelante el propio cuerpo en libertad. Tenemos empatía. Y sí, somos muchas, muchísimas, tantas como para influir decisivamente en la elección de gobiernos. Si se coge solo el voto masculino, en España, estarían gobernando ahora la derecha con la ultraderecha. Dicho queda.

Entonces, esos tipos se agarran a unas muñecas hinchables y vociferan "Estas son las ministras del PSOE". O sea, Nadia Calviño, Margarita Robles, Pilar Alegría, Teresa Ribera, Pilar Llop, María Jesús Montero, Raquel Sánchez, Isabel Rodríguez y Diana Morant. ¡Ja! Ya les gustaría. ¿Por qué? Porque con las muñecas hinchables pueden hacer lo que les sale del forrito de los huevos: follarlas cuando y cómo les apetece, golpearles, patearlas, llenarles la boca de semen. Ese es su modelo de mujer. Hasta tal punto, que en los movimientos más feroces de la machoesfera, la inmensa comunidad virtual de misóginos violentos, ya defienden las ventajas de tener en casa una sexdoll en lugar de una mujer.

Pues lo siento por ellos y por la derecha en general, y me alegro mucho por todas nosotras y por todas las gentes de bien de la izquierda. No son pocas las mujeres conservadoras que, viendo las manifestaciones de estos días, entre rosarios y muñecas hinchables, se preguntan a quién votan cuando votan a la derecha. Yo no me lo pregunto, porque no me cabe ninguna duda. Votan a aquellos a quienes les molestan las mujeres que piensan, que defienden la soberanía de sus cuerpos, que se organizan, que no se dejan amedrentar, que pelean juntas contra un patriarcado cada vez más furioso, más violento, más en evidencia.

De pronto, al verlos con sus muñecas hinchables, todo tan evidente, he pensado que en un futuro, y ya que parece que las mujeres les salimos rana, vaya, que no somos de fiar, podrían sustituirnos por muñecas hinchables no solo en la cama, sino también en sus organizaciones. Pero que no se hagan ilusiones, que las del PSOE son mujeres valientes, bregadas y trabajadoras, como las de todas las izquierdas y los movimientos sociales, y las luchas por la dignidad y en defensa de lo público, y las madres, incluso las conservadoras, a las que ya les enseñaron dónde está el lobo. Esos hombres se están quedando solos, así que más les vale aprender a soplar por el pitorro.

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