Posibilidad de un nido

Alana y la lista de 'The New York Times'

Alana y la lista de 'The New York Times'
La escritora Alana S Portero en la presentación de su novela 'La mala costumbre', en el Hotel Iberostar Las Letras Gran Vía, a 10 de mayo de 2023, en Madrid (España). Imagen de archivo. A. Pérez Meca / Europa Press

Las listas me atraen irremediablemente, y lo más seguro es que a usted también. Basta que lea, por ejemplo, "las mejores (ponga a continuación lo que prefiera: series, escritoras, asesinos, parejas, calcetines, atletas, ideas, champús, idiotas...) de 2024" para que asome el hocico. Y lo más seguro es que usted también, razón por la cual se publican listas constantemente, y esa empieza a ser, a cierta edad, la única gracia de que acabe un año: sus listas. Sin embargo, dicha atracción es inversamente proporcional al interés que me suscita su contenido, con una salvedad: que entre la enumeración aparezca una amiga. O una enemiga, o enemigo. Es decir, que en cuanto veo una lista, la abro y reviso, pero lo hago rápidamente y en diagonal para ver si han incluido el nombre de una amiga, entre las mejores escritoras, las mejores periodistas o artistas, las mejores ladronas, las más perras del sembrado o las mejores, en sentido lato. De no ser así, cierro la lista y me olvido incluso de haberla ojeado. Ah, pero si ahí está mi amiga fulana o mi amiga mengana, el asunto se convierte en gran excusa para alegrías, celebraciones, un encuentro, aplausos en chats varios y ese tipo de expresiones de júbilo a las que soy propensa.  

Así sucedió precisamente ayer sábado por la mañana. Paseaba yo por Instagram un poco sin ton ni son a la espera de un cercanías cuando vi que alguien había publicado una lista. Oiga, y no cualquier lista, sino la de los 50 mejores libros del siglo XXI nada menos que según The New York Times. Por supuesto, la repasé de cabo a rabo. Confieso que la presencia de algún título me sorprendió, pero poco, ya que —repito— yo abro las listas solo para buscar amigas o enemigas/os. Total, que podría haberlo hecho, pero descarté cualquier cavilación sobre la enumeración en sí en cuanto vi ahí la tapa del libro de Alana Portero La mala costumbre. "¡Lo sabía!", pensé. "Sabía que iba a encontrar en esa lista una razón para la alegría". Y ni corta ni perezosa, pasé a celebrarlo inmediatamente aquí y allá... hasta que la propia Alana Portero escribió en un chat de mujeres maravilla que la lista no era de The New York Times. O creo que escribió eso, porque la verdad es que decidí que aquel detalle no tenía ninguna importancia en absoluto. ¿Qué más daba que una lista de los mejores libros según The New York Times no fuera del The New York Times si la lista incluía a Alana Portero? Sencillamente, decidí no darme por enterada. Es más, considero, después de haberlo pensado bien, que no importa nada de dónde sale la lista de marras. Portero está, y punto.  

Toda lista es un acto de arbitrariedad que, en el caso de los medios de comunicación, suele responder a un ejercicio cruzado de amiguismo básico, compromisos empresariales, filias y fobias del jefe de turno y un fondito de armario de misoginia habitual. De ahí que la aparición de La mala costumbre de Portero en numerosas listas desde su publicación me parece motivo de regocijo general. Todas y cada una de las veces. Tanto tanto, que para mí ya forma parte de los mejores libros del XXI, según The New York Times 

Entre lo caprichoso de cualquier selección, sobre todo en un medio, y la posibilidad de realidades alternativas que ofrecen la redes, creo que acabo de dar un paso del que no pienso volver.  

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