Voy a hacer una pregunta directa y muy clara al ministro de Interior, Fernando Grande Marlaska: ¿cómo va a denunciar a partir de ahora una agresión una lesbiana, un gay o una persona trans ante la policía? ¿Cómo va una mujer a acudir a una comisaría a denunciar un acto de violencia machista? ¿Cómo va a acercarse una persona racializada a poner en conocimiento de las fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado un delito de odio? Le voy a contestar yo: de ninguna manera o con el miedo metido en el cuerpo. ¿Miedo a sus agresores? Sí, pero también miedo a la propia Policía. Si bien es cierto que ese temor no es nuevo, ahora se le añade una razón más, razón de peso, brutal razón.
El dueño de Desokupa, Daniel Esteve, ha anunciado que empezará a dar cursos a miembros de la Policía nacional y los Mossos en los próximos días. Este señor y la empresa que dirige ejercen prácticas de coacción violenta, amenazas, acoso y alardean de su perfil de extrema derecha. En puridad, se trata de un grupo de machos de perfil ultra que ni esconden ni disimulan sus inclinaciones, de manera que nadie puede llamarse a engaño. Cuando el Sindicato Unificado de Policía (SUP) pactó con ellos los citados cursos sabía con quiénes estaban hablando.
Yo también lo sé. El SUP fue el primer perfil en redes que me señaló para que los trolls, los odiadores y los violentos me acosaran. Sucedió en septiembre de 2017. Desde su cuenta del entonces llamado tuiter me llamaron proetarra. Fue un asunto largo, varios organismos como la Plataforma en Defensa de la Libertad de Información (PDLI) o la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) lo denunciaron públicamente y no pasó nada. En fin, nada más que agresiones en las redes y en las calles, empujones, escupitajos, acoso digital y en la vía pública que duró más años de los que quiero recordar. Cuando la senda del odio la marca nada menos que la Policía, no tienes a quién acudir.
Y ahí está ahora mismo de nuevo el problema. Pero no para mí, sino para toda la población. ¿Qué confianza puede merecernos una Policía que contrata a un grupo ultra de acoso para que les dé clases? Obviamente no es toda el cuerpo, ni siquiera muchos agentes, pero es un sindicato entero, el segundo con más afiliados. Y, sobre todo, no tenemos manera de diferenciarlos del resto. La indefensión de la ciudadanía en general y de los grupos más vulnerables en particular es hoy absoluta.
Así que desde aquí voy a pedir al ministro Grande Marlaska que distinga de alguna manera a los y las agentes que hayan sido adiestrados por la empresa ultra Desokupa. Se me ocurre que les pueden poner un plumero rojo en la gorra o una esvástica en la manga del uniforme. En la manga, digo, porque los acólitos de esta gente la llevan tatuada y los tatuajes, ya se sabe, se esconden bajo el hábito.
Comentarios
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