Los pilares del sistema económico europeo tiemblan esta semana con las agencias de calificación haciendo estragos y la sombra del impago de Grecia más alargada que nunca. Karl Marx escribió en una ocasión que "la historia se repite como una farsa" y no le faltaba razón: en cierto modo, Grecia recuerda al caso de Argentina, esto es, un país que pasó de una situación de fortaleza económica a sufrir los envites del corralito y una inflación de caballo. Existen muchas similitudes entre ambos casos, incluso si miramos a su competitividad, pues si la argentina cayó respecto a su vecino Brasil, la de Grecia lo ha venido haciendo respecto a Alemania. Si en 1991 Argentina arrancó su experimento de paridad con el dólar con resultados positivos, una década antes Grecia había ingresado en la Unión Europa (UE) y una después (2001) en el euro.
En ambos casos y por diferentes motivos coyunturales, sería cuestión de tiempo que el espejismo del crecimiento se desvaneciera y evidenciara una situación económica dramática. Ahora, como sucedió en el país latinoamericano, los inversores internacionales han perdido toda fe en redirigir sus capitales hacia Grecia, al que ven como un país de alto riesgo con crecimientos escleróticos. La gran diferencia entre el caso latino y el griego es que en el segundo los indicadores de sostenibilidad de deuda son mucho peores, con déficits hasta tres veces mayores y un nivel de deuda acumulada de hasta el doble comparado con Argentina.
Si miramos a los momentos clave de las crisis de ambos países -2001 para Argentina y 2011 para Grecia-, comprobamos que el porcentaje de deuda pública sobre el PIB era del 53,7% en Argentina, mientras que en Grecia es del 153,1%. Además, mientras que el porcentaje de la deuda externa bruta era del 53% en Argentina, en el caso griego se sitúa en el 328%. Por este motivo -y su pertenencia a la UE, claro está-, los griegos están recibiendo muchísima más ayuda económica de lo que los argentinos recibieron jamás. Si Grecia no formara parte del sistema económico europeo hace mucho tiempo que su entramado bancario se habría ido definitivamente a pique.
Esta crisis monumental en el caso heleno tan sólo se puede salvar gracias a las diferencias respecto a su antecedente latinoamericano. Además del salvavidas -envenenado por los tipos de interés- del plan de rescate de la UE, otra diferencia es que Grecia ha tenido margen para las privatizaciones en masa, algo que Argentina no tuvo porque ya lo había hecho durante la década de los 90. Además, a pesar de que la caída de depósitos ha sido constante en Grecia, no se ha dado una debacle como la que llevó a que en un sólo día volaran 2.000 millones de dólares de las reservas del banco central argentino.
Y, lo más importante y que puede ser clave: la unión política. El apoyo al plan de ajuste griego con mayor margen de lo esperado dio algo más de músculo al gobierno de Papandreu. En Argentina, no hubo tal apoyo, es más, los gobiernos se sucedieron y la inestabilidad del poder amplificó el descontento social, entrando en un círculo vicioso del que aún hoy no se ha recuperado el país. En Grecia, el descontento social es evidente, con continuas concentraciones de indignados ante el parlamento, una macro huelga general y disturbios como protesta contra las medidas del Gobierno. Si, además, el gobierno estuviera totalmente desmembrado, los acontecimientos se precipitarían. Sin embargo, la UE puede ser la salvación y, a un tiempo la condena, pues falta de cohesión política entre los Estados Miembros sí que puede derivar en lo que muchos ya pronostican: la expulsión de Grecia de la eurozona, con una deuda cercana a valores del 400% de su PIB.
¿Veremos, cómo predijo Marx, que la vida se repite como una farsa y, en el caso griego, como una tragedia?
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