Históricamente, el Ejército ha reunido al sector más conservador de la sociedad, entre el que, cómo no, se encuentra la extrema-derecha. Lo vimos durante la Transición, esa manida herramienta que se manipula a placer para inventarse una Historia que no fue y que, en realidad, evidenció cómo una parte de los militares encarnaban los valores más retrógrados del Franquismo. La Guardia Civil, no lo olvidemos, es una organización militar, un instituto armado que, en las últimas semanas, ha vuelto a evidenciar que la sombra del tricornio es alargada.
Carlos del Castillo firma esta mañana un artículo muy revelador, en el que recopila las últimas denuncias políticas interpuestas por asociaciones de la Guardia Civil. Denuncias contra Netflix por estrenar la película Fe de Etarras, contra la periodista Mònica Terribas, directora del programa El Matí de Catalunya Ràdio; contra el ex teniente del Ejército de Tierra Luis Gonzalo Segura por una viñeta en la revista satírica El Jueves...
Denunciar es libre, ejercen su derecho, pero también da una idea my clara de lo que se cuece en esas asociaciones. Y lo cierto es que inquieta y delata que, en las Fuerzas de Seguridad del Estado, los valores democráticos todavía han avanzado menos de lo que lo han hecho en la sociedad civil. Se han convertido en pequeños reductos de intransigencia, de intolerancia... y lo que más me sorprende es que el resto del cuerpo que sí tiene una visión del siglo XXI no consiga, sino imponerse, al menos sí visibilizarse distinguiéndose de sus compañeros.
Por otro lado, este conservadurismo de una parte de la Guardia Civil despierta y espolea a otro segmento de la sociedad civil. El modo en que ayer despedían en Huelva a los agentes de la Guardia Civil que partían a Catalunya, al grito de "a por ellos", ilustra a la perfección el atajo de cazurr@s que crecen como setas.
Entre es@s cazurr@s, como en las concentraciones de ultras que insultan, que impiden el transcurrir normal de la democracia, hay fascistas y neci@s a partes iguales, siendo tan peligros@s un@s como otr@s. Quienes anhelan tiempos en blanco y negro son una amenaza para el avance de libertad y derechos que habíamos ido consiguiendo años atrás, que perdíamos con cuentagotas hasta hace poco tiempo y ahora ya es preciso un torniquete.
Ver concentraciones ante cuarteles de la Guardia Civil para prestarles su apoyo como si fueran a una guerra, escuchar encendidas proclamas por redes sociales con ese tufo fascista de quienes más daño están haciendo al país, a esa patria que tanto dicen defender, podría ser hasta cómico para alguien que observara la escena desde fuera, pero viéndolo desde dentro, asusta.
Habrá quién piense que el conflicto catalán nos ha hecho desandar en democracia. No es cierto; lo que ha sucedido es que ha sacado a la luz a personajes que estaban ahí, algunos de ellos durmientes y otros, con tricornio o sin él, que ya venían mostrando sus anhelos, su particular visión de Estado que es incompatible con una democracia moderna. Es labor de todas las personas honestas, con tricornio o sin él, frenar a estas hordas fascistas, a estos grupúsculos intransigentes. Si cree en una verdadera democracia y no aporta su granito de arena a detener este avance intolerante, es que quizás no cree lo suficiente. Que no tenga que arrepentirse por ello.