A pesar de lo confuso de la jornada de ayer, resulta paradójico qué claras tienen las cosas hoy algunas personas. Entendiendo la frustración de muchas de las voces independentistas, pero siento que la frenada de ayer fue lo más sensato. En ese sentido, la CUP, de nuevo, fue el partido más coherente, desembragando por espacio de un mes, pero sin bajarse del coche, sin cambiar el rumbo un ápice. La pelota, definitivamente, está en el tejado de Rajoy, del que much@s esperamos que al fin dé la cara, que de una vez por todas sea un estadista y no deje de sacar ventaja electoralista.
Este post, sin embargo, no va dirigido a analizar lo que sucedió ayer en trazos gruesos, porque para eso hay mentes mucho más sesudas que la mía; el objetivo es remarcar detalles que, quizás, a algunas personas les pasaron inadvertidos:
• La bronca de Puigdemont a las empresas: A pesar de que la fuga de empresas es más estética que efectiva -no se ha movido un solo trabajador/a-, el presidente del Govern no dudó en apelar "a las empresas y actores económicos les pido que continúen generando riqueza y que no caigan en la tentación de utilizar su poder para amedrentar a la población". A nadie se escapa que este gesto cosmético de ciertas empresas con el Gobierno de Rajoy hará que éste las mire con más cariño.
• El discurso rígido de Arrimadas: A la representante de Ciudadanos le pilló a contrapié la frenada de Puigdemont, demostrando que es carne de coaching y faltó el día que tocaba improvisación. Expuso un discurso que bien podría haber sido escrito hace 15 días y que poco o nada tenía que ver con lo que minutos antes había compartido el presidente de la Generalitat.
• El PSC sigue yendo por libre: El tono conciliador de Iceta vuelve a desmarcarse de la postura oficial del PSOE. La mano tendida del PSC contrasta con el alineamiento de los de Ferraz con Rajoy, pues anoche mismo Ávalos parecía más un palmero de Sáenz de Santamaría que un compañero de Iceta.
• El país de Gabriel que tanto deseamos: Somos much@s l@s que soñamos con una España como la república catalana feminista que describió Anna Gabriel. Un discurso por momentos tan brillante como idealista que jamás saldrá de la boca de la derecha, porque ésta no se mueve por ideales, sino por poder. No es el caso de la CUP.
• El modelo de democracia del PP: La comparecencia de la vicepresidenta del Gobierno dejó claro el modelo de democracia del PP, cristalizado en una rueda de prensa sin preguntas y tan vacía de contenido que habría bastado con un tuit de Rajoy. Una cuenta de Twitter de Rajoy, por cierto, en silencio desde que felicitara "a los ciudadanos de la Comunidad Valenciana por la celebración del #9dOctubre", antes de que la extrema-derecha reventara esa celebración sin que Policía Nacional realizara siquiera identificaciones.
• La declaración sin valor jurídico firmada a oscuras: La declaración de independencia suscrita por los partidos independentistas, en una sala contigua tras levantar la sesión, escenifica perfectamente cómo ayer se pasó de puntillas para no meterse en más camisas de once varas. Ni siquiera, aunque tenía derecho a ello, Puigdemont hizo uso de la última intervención a la que tenía derecho. ¿Por qué? Porque realiza la primera, todo lo adicional que dijera sería para empeorar, sin margen de mejora hasta que hoy se pronuncie Rajoy que, presumiblemente, iniciará la maquinaria para activar el artículo 155.
• La frustración pacífica de l@s independentistas: De nuevo, se demostró que quienes arman más bronca son la extrema-derecha y los que se dicen patriotas cuando son intolerantes descerebrados. Se dieron todos los ingredientes para que la muchedumbre agolpada en las calles protagonizara algún altercado movidos por la frustración. No hubo nada de eso y se dispersó en silencio. ¿Se imaginan si hubieran sido 'patriotas' y en lugar de Puigdemont fuera Rajoy quien cambia el rumbo y dijera sí a la república catalana?