Escribía ayer por qué a veces parece que una croqueta importa más que una mujer. Cuando escribía esas líneas, todavía no se había conocido el último asesinato machista en Azuqueca de Henares (Guadalajara), cuando un hombre, en presencia de sus hijos, clavaba un cuchillo en el cuello de su pareja.
Podría llenar páginas y páginas escribiendo sobre todo lo que se está haciendo mal, pero son ellas, las mujeres, las que mejor lo vienen denunciando, en solitario o a través de asociaciones que se han visto obligadas a fundar ante el desamparo de un Estado que no está a la altura de lo que se espera.
Me centraré hoy en el papel de la Policía. Sin menospreciar a quienes cumplen con lo que se espera de su trabajo -tampoco vayamos a convertir en extraordinario lo que debería ser normal-, los Cuerpos de Seguridad del Estado tienen un serio problema que no parecen querer resolver: en sus filas continúan trabajando indeseables que, no sólo empañan el buen hacer del Cuerpo, sino que lo ponen en riesgo ante reacciones impredecibles del pueblo.
Uno de los últimos ejemplos son las imágenes difundidas en redes sociales (ver tuit inferior) en las que se puede ver cómo un agente en Valencia sacude tal bofetón a una mujer sin muestras de ningún gesto agresivo que termina por tirarla al suelo. Testigo impasible de la escena, otro agente.
Y que hombre se debe sentir dándole una hostia a una mujer desarmada y la que saca cabeza y media.
¿Tenemos policía o matones de barrio con uniformes? pic.twitter.com/89YyGoGfsJ— ¿Mala Yo Maluskaya Yokovznova? (@bsy_ladasa) 23 de diciembre de 2017
Ya es grave que dos policías tengan este comportamiento, pero todavía es peor el corporativismo y opacidad a que nos tienen acostumbradas las Fuerzas del Orden en este tipo de asuntos. Identificados los agentes, la Policía Nacional no concreta si abrirá expediente disciplinario/sancionador, tan sólo que las investigaciones y sus conclusiones van para largo.
Hechos como éste ni ayudan a mejorar la imagen de los Cuerpos de Seguridad del Estado ni a concienciar al puñado de cavernícolas que todavía habitan este país y que consideran que agredir a una mujer los convierte en superiores. ¿Tan complicado resulta depurar de una vez por todas a esos Cuerpos que tienen en su haber indeseables que siembran la semilla del odio contra quienes nos deberían proteger?
Parece ser que sí y quizás por eso cada vez que se acerca un Guardia Civil o un Policía, uno cambia de acera o se pasa a otro carril. Cada vez que ustedes, agentes, sufran algún desprecio aún teniendo una conducta intachable, acuérdense de los dos compañeros de Valencia y recuerden qué condena y qué responsabilidades públicas se realizaron por parte del Cuerpo. Y avergüéncense, claro.