Ayer murió Mmame Mbage. Le persiguió la Policía municipal desde la Plaza Mayor hasta el barrio de Lavapiés porque se intentaba ganar la vida vendiendo perfumes como mantero. Según algunas fuentes, llevaba 14 años en España. Murió por un infarto. Vender en el top manta es un delito castigado con multa de uno a seis meses, bien con cuota diaria entre los dos a los 400 euros o con trabajos en beneficio de la comunidad de 31 a 60 días. En Madrid, la ordenanza municipal sanciona al que compra con multas que van desde 150 euros hasta 6.000 euros. ¿Cuántas veces han visto a los municipales perseguir a alguna persona española que compraba a un mantero?
Lo sucedido es Lavapiés no es justificable, pero sí comprensible tras la muerte de Mbage. El modo en que se criminaliza a quienes únicamente tratan de ganarse la vida, la sobreactuación policial con estos delitos frente a otros mucho peores y las todavía existentes redadas raciales han hecho saltar la chispa del hartazgo en un barrio en el que se ha plantado cara a la gentrificación.
Como en tantas otras cuestiones, el respeto por los Derechos Humanos en España está en cuestión. Ya en 2011 Amnistía Internacional y la ONU nos dieron un buen tirón de orejas por las redadas raciales. La ONU instó a "erradicar la práctica de controles de identificación basados en perfiles étnicos y raciales", tan extendidos en nuestro país, al tiempo que recomendaba que la Policía recibiera "una formación intensiva en derechos humanos".
Seis años después, Brigadas Vecinales de Observación de Derechos Humanos (BVODH) acudieron al Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas por la persecución policial que sufrían por documentar las identificaciones de inmigrantes por su perfil étnico. En su opinión, las autoridades vulneraban sus derechos y libertades fundamentales, al tiempo que "castigan y criminalizan las diversas formas de protesta social".
Lavapiés es un reducto del barrio de toda la vida en pleno centro de la capital. Símbolo del mestizaje y la convivencia, ha conseguido mantener su esencia de vecinas y vecinos que se cruzan por la calle y se saludan, ya sean español@s, cuban@s, indi@s o senegales@s. Ni siquiera la exagerada presencia policial, intencionadamente instalada para transmitir la sensación de inseguridad, ha conseguido que sus habitantes se sientan insegur@s.
De hecho, me siento más inseguro en el Barrio de Salamanca que en Lavapiés, porque es en el primero donde habitan los que más nos roban, los que han llevado este país a pique mientras brindan por ello entre rayas de coca y Diazepam a granel.
Carmena y, muy especialmente, la Delegación de Gobierno, han de ser muy cuidadosas con la gestión del conflicto de Lavapiés porque no es más que la punta del iceberg. Tras la muerte de Mbage, la psicología de los antidisturbios y su calor negro (porrazos), que yo mismo en sufrido alguna vez de manera absolutamente injustificada, no parece la mejor idea.
La concentración espontánea de anoche prueba el reto al que se enfrentan, como también lo prueba el lema de la que hay convocada hoy a las 18:00 horas: "contra el racismo institucional asesino". Los manteros, cada vez más organizados en sus respectivos sindicatos, cuentan cada vez más con un mayor apoyo popular como demuestra el éxito de su campaña de micromecenazgo 'Top Manta, ropa legal hecha por gente ilegal'.
Estamos hart@s de que las autoridades y el peso de la ley caiga con más fuerza sobre quienes menos daño hacemos, mientras quienes arruinan el país, quienes lo sumen en la miseria enfundandos en banderas de patriotas siguen llenándose los bolsillos. Estamos hart@s de que se pisoteen impunemente los Derechos Humanos más esenciales. Si hay que salir a la calle a denunciarlo, se saldrá... y una vez fuera, se hará lo que se tenga que hacer para ser escuchad@s por quienes llevan demasiado tiempo mirando para otro lado.