La V Asamblea General extraordinaria de Ciudadanos está a la vuelta de la esquina (14 y 15 de marzo) y parece que en las altas esferas no quieren desagradables sorpresas y por éstas entendemos cualquier voz discrepante que consideran que, lejos de enriquecer a la formación, la debilita... o quizás debilita a esa alta esfera, que no puede hacer y deshacer a su antojo.
La renuncia de ayer de Francisco Igea, secretario de Programas de Ciudadanos en Castilla y León, vuelve a ilustrar el clima interno que se impera en Ciudadanos (Cs), cada vez más irrespirable si se tienen ideas propias. Igea renunciaba profundamente decepcionado con las destituciones de dos de las voces más discrepantes que todavía existían: Ignacio Prendes, portavoz del partido en Asturias que llegara a ser vicepresidente de la Mesa del Congreso; y Orlena de Miguel, portavoz en Castilla-La Mancha.
Prendes fue uno de los protagonistas en los audios filtrados del Consejo General de Cs, cuando apuntó que "Albert asumió su responsabilidad, y todos los que estábamos con él en el Comité Ejecutivo deberíamos irnos también. Debemos todos asumir responsabilidades". En su lugar, quienes se quieren quedar lo echan. En aquel Consejo, el propio Igea sentenciaba que "hoy he vivido algo bochornoso en este Consejo General" y posteriormente se manifestó partidario de la abstención en la investidura de Pedro Sánchez. Más bochornoso aún sería averiguar después que estas discrepancias se borraron de un plumazo del acta de la reunión. No hay que dejar rastro, ya saben, que parezca un accidente.
Todas las miradas se dirigen hacia el 'señor Lobo' de Cs, como se conoce internamente a Fran Hervías en relación al 'limpiador' de Pulp Fuction, a la hora de identificar al ejecutor de la purga. Hervías, tan volátil como Albert Rivera, pasó a finales del año pasado de dimitir -siguiendo los pasos de Villegas y Girauta que, como él, se quedaron sin escaño- a quedarse en la formación naranja. Dicen las malas lenguas que su pasito para atrás para dar dos adelante estuvo directamente orquestado por la dirección, que durante años se benefició de los fuegos que apagaba como secretario de Organización.
Bajo su secretaría, centenares de militantes y decenas de cargos electos abandonaron el partido, en mitad de denuncias de autoritarismo, falta de democracia interna y 'dedazos', en ocasiones maquillados como primarias amañadas y otras a cara lavada. En realidad, la purga que está teniendo lugar ahora siempre estuvo ahí en los estratos inferiores, como se desprende de las acusaciones de "caza de brujas" que hacía el año pasado la Plataforma para la Regeneración de Cs Málaga, con el candidato en las primarias para las listas de Cs al Congreso por Málaga, Miguel Ángel Macías, al frente.
¿Dónde está Arrimadas? Pareciera que se hubiera establecido un cordón sanitario mientras ella anda conspirando 'tamayazos' y haciendo pucheros después en los platós de televisión cuando no lo consigue; que quien más se beneficia de la purga parezca al margen de ésta, algo que es imposible dado el peso que tiene en el partido. Por acción u omisión, es como poco cómplice, sino culpable. Por toda la geografía española se suceden las destituciones/dimisiones de cargos de Ciudadanos con un denominador común: estorban a la gestora.
Recientemente escribía que Arrimadas es la mutación de la misma bacteria que arrasó con Cs, pero como nueva cepa, está siendo aún más virulenta. La que ganara las elecciones catalanas y ni moviera un dedo para conformar gobierno porque prefirió echar gasolina a la pira del conflicto, comparte el victimismo impostado de Rivera, amplificándolo desde su posición de inferioridad con diez escaños y sin la seguridad al cien por cien de ser elegida nueva lideresa del partido. Vuelve a equivocarse: quitarse de en medio las voces discrepantes no fortalece, debilita hasta dejar sin fuerzas.