La nueva normalidad inunda todos los medios de comunicación. La previa fue insufrible, pero la cobertura una vez que ha arrancado es asfixiante. Detrás de esa nomenclatura, si se da un paso atrás, es sencillo constatar que no han cambiado tantas cosas, no al menos, para afrontar este escenario inédito. A estas alturas imagino que ya son pocas las personas que continúan defendiendo que de esta crisis saldríamos mejor: no hay cifra ni estadística que respalde tal afirmación.
Saldremos con mayores tasas de desempleo, mayor endeudamiento, un aumento de la desigualdad y la miseria, una caída del PIB... Todo eso se recoge en el concepto de "nueva normalidad", que en realidad fue acuñado por la agencia Bloomberg tras las crisis de 2008 y que ahora, por tanto, debería ser la "nueva-nueva normalidad". Como sucedió entonces, volvemos a tropezar con las mismas piedras.
¿Cuáles son las armas que utilizamos para abordar el panorama post Covid-19? Las mismas de siempre, turismo, ladrillo y obra pública, todo ello aderezado de inyección económica a sectores como el del automóvil. Si miramos al escenario político, ¿qué ha cambiado? Nada. Las brechas, los enfrentamientos y la bajeza dialéctica se han visto incrementadas, utilizando la mentira y la manipulación para desorientar a la opinión pública. Una sociedad, por otro lado, que reclama unidad de los partidos mientras a pie de calle -y de redes sociales- se tiran los trastos a la cabeza.
Se viven diferentes realidades paralelas absolutamente estancas, de manera que al tiempo que una parte de la población planifica sus vacaciones, otra ni siquiera tiene un mendrugo de pan que llevarse a la boca; mientras una parte convierte en noticia otro griterío de un programa de telebasura, otra vuelve a caer víctima de la explotación con dinero B y sin Seguridad Social. Escuchar estos días a personas hablar de angustia y traumas cuando se han pasado todo el confinamiento viendo teleseries en sus hogares con aireacondicionado y conectando por videoconferencia mientras brindaban con vino es obsceno.
Son realidades que no se tocan entre sí, que conviven alejándose cada día más, porque el segmento más pobre crece y cae cada día más profundo. Imagino que del mismo modo que esta nueva normalidad nos oculta el rostro con mascarilla, esa misma mascarilla oculta el verdadero rostro del país. Esas realidades forman parte de una tendencia que no ha cambiado, más bien se acelerado, y a la que el concepto de 'nueva normalidad' le queda grande.