Cada 25 de noviembre amanezco deseando no tener que escribir de cómo algunos hombres matan mujeres por el mero hecho de ser mujeres, las maltratan, las vejan y estamentos que debieran protegerlas, como ciertos partidos políticos o la misma Iglesia católica se esfuerzan en combatir el feminismo. En el Día Internacional contra la Violencia de Género PP, Cs o Vox tendrán que mirarse al espejo y avergonzarse de lo que ven. La Iglesia hace ya demasiado tiempo que no ve más allá sus cepillos.
A estas alturas del año, los datos oficiales -que siempre son inferiores a los reales- muestran un descenso en el número mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas, con 41 víctimas frente a las 54 del mismo periodo de 2019. Si miramos al número de denuncias, sucede lo mismo, con una reducción de las mismas del 8,36%, pasando de las 31.431 de 2019 a las 28.722 de 2020.
Con todo, hay datos demoledores, como los de Málaga, en donde la estadística nos dice que cerca del 80% de las mujeres asesinadas no había denunciado. En otras regiones, como Catalunya, los Mossos advierten de cómo más de la mitad del entorno de las víctimas (familia, amistades, vecindad...) conocían los malos tratos y tampoco denunciaron.
La pandemia, los confinamientos y el agravamiento socioeconómico de buena parte de la población no le ponen las cosas más fáciles a las víctimas, más bien al contrario. Y cuando más falta hace un ambiente de confianza para pedir ayuda -con todo lo mejorable que es la actual legislación y, especialmente, los procesos que ésta desencadena- más enrarecido se vuelve.
Actitudes como las de obispos atacando la igualdad entre hombres y mujeres o de partidos como PP y Cs negando la violencia de género para rendir pleitesía a Vox en Comunidades como Andalucía no benefician en modo alguno a combatir esta lacra. En días como hoy, se enfundarán sus camisetas moradas, pero el resto del año hablan de violencia intrafamiliar, obviando el problema estructural al que nos enfrentamos.
Este 25-N será diferente al de otros años, sin posibilidad de inundar las calles para meter a la plaga machista en sus ratoneras. Quienes creemos realmente en el feminismo, que es único y no tiene grados, apostamos por acorralar a esa plaga cada día del año, combatiendo desde nuestra esfera personal, no sólo a los asesinos, sino también a todas esas personas que pretenden presentarse de defensores y defensoras de la igualdad cuando no lo son. Esa odiosa mascarada del 25-N que continúa con bromas de mal gusto, que fomenta formas de violencia a la mujer como la gestación subrogada o la prostitución, que pervierte el feminismo tachando de machista a quien no lo es con el único fin de retocarse su maquillaje de igualdad. Miserables tod@s ell@s.