Donald Trump ha regalado a EEUU algunos de los momentos más vergonzantes de su Historia y ayer fue uno de los más señalados. Subestimar a los movimientos antidemocráticos, a aquellos que suponen un peligro para las libertades civiles, conduce a situaciones como las vividas ayer en el Capitolio. Quizás por eso, restar importancia a las acusaciones de la derecha y la extrema-derecha, que acusan de "ilegítimo" a nuestro actual gobierno, o hablar de "insignificante minoría" al auge fascistoide y golpista en el seno de nuestras Fuerzas Armadas -y Cuerpos de Seguridad del Estado, añado yo- es un error de consecuencias fatales.
Negar la realidad o, incluso, tratar de minimizarla, no la resuelve. Lo vimos en EEUU cuando el propio Trump se impuso en las Presidenciales hace cuatro años; cuando se creyó que los episodios de brutalidad policial y racismo en la policía eran puntuales y un año más las calles se han llenado de movilizaciones y protestas; lo vimos ayer, cuando pese a la solicititud de la alcaldesa de Washington un día previo de reforzar el dispositivo policial no se hizo y asaltaron el Capitolio.
La derecha y extrema-derecha no han tardado en delirar, comparando el asalto violento a las instituciones de EEUU con las protestas de Rodea el Congreso en 2016 o las protestas en 2019 en Sevilla durante la investidura del gobierno andaluz. La misma comparación es odiosa y ha de tener el efecto contrario al deseado por los Abascal, García Egea o Rivera, que se sitúan más en la órbita trumpista que en la verdadera democracia.
A diferencia del asalto al Capitolio, tanto Rodea al Congreso como las concentraciones en Sevilla fueron pacíficas y no buscaban el golpe de Estado. Se trataba de actos de prostesta por el proceder de la clase política, por su alejamiento de la sociedad civil o sus ansias de acaparar poder aunque para ello sea necesario, como en Andalucía, ceder a los caprichos de partidos fascistoides. No buscaban en modo alguno dar un golpe institucional ni reemplazar a los representantes públicos.
Resulta paradójico que quienes llevan años actuando del mismo modo que ahora Trump, esto es, buscando deslegitimar a un gobierno democrático, como el de coalición PSOE-UP, o a partidos defensores de la Democracia con cada vez mayor peso en su región y en el Congreso como EH-Bildu, quieran erigirse ahora como demócratas con estas comparaciones absurdas.
Por otro lado, es llamativo que el mismo día que la ministra de Defensa, Margarita Robles, volvió a minimizar el florecimiento fascista en el seno de las Fuerzas Armadas, jaleada por algunos medios de comunicación, sea cuando quienes creían que no sería posible se llevaban las manos a la cabeza por el asalto al Capitolio. Negar la evidencia, que no es otra que tanto en el Ejército como en la Guardia Civil y la Policía Nacional es preciso realizar una depuración democrática cuanto antes, solo puede conducir a situaciones absolutamente indeseadas... indeseadas para quienes defendemos la Democracia, claro.