En cuestión de pocos meses, Pablo Casado y el Partido Popular (PP) han pasado de ser el enemigo público número uno del estado de alarma, con permiso de su escisión Vox, a ser su fan incondicional. La explicación a este cambio de actitud no responde a criterios médicos, sino partidistas, puesto que los datos actuales son mejores que en octubre, cuando el PP no apoyó el actual estado de alarma que finaliza el próximo 9 de mayo.
Octubre daba sus últimos estertores y aquel día el ministerio de Sanidad anunciaba un nuevo lamentable récord: 23.580 nuevos casos de coronavirus y 173 muertes. Con más de 17.500 pacientes ingresados por COVID-19 en toda España, 2.404 de ellos en UCI, la incidencia acumulada (IA) en los últimos 14 días era de 468,17 casos por cada 100.000 habitantes. Con aquellos datos en la mano, Casado no vio razonable apoyar la declaración del estado de alarma y su partido se abstuvo en la votación.
Este miércoles, los datos facilitados por Sanidad revelan 10.474 nuevos contagios y 131 muertos, con una incidencia acumulada de 200,98 casos por cada 100.000 habitantes, es decir, 267 menos que en octubre de 2020. A pesar de que comparativamente los datos son mejores que en octubre, Casado lleva la contraria a Pedro Sánchez y apuesta por mantener ahora el estado de alarma. Se le han olvidado aquellas palabras gruesas con las que el año pasado increpó a Sánchez: "Nos piden comulgar con ruedas de molino para saltarse a la torera la Constitución".
En realidad y aislando comparaciones, la versión actual del líder del PP es más sensata que la de octubre de 2020. Así lo confirma la práctica totalidad del resto del hemiciclo, que coincide a la hora de tachar de precipitada la decisión del gobierno de no renovar el estado de alarma... especialmente considerando que no hay plan B y que las restricciones de derechos fundamentales como la movilidad quedarán al libre albedrío de los Tribunales Superiores de Justicia que, como hemos visto durante el último año, no mantienen una posición común al respecto.
Pareciera que del mismo modo que el negacionista Miguel Bosé tiene su particular yin y yang representados en Miguel y en Bosé, el líder del PP tiene un Pablo y un Casado. Pablo, como Miguel, es la versión más sensata, comedida, racional; Casado, como Bosé, es su perfil más desatado, extremista y demente. El problema es que mientras uno tan sólo influye en el destino de los aspirantes de La Voz México, el otro impacta directamente en la marcha del país, como líder del principal partido de la oposición.
Este miércoles vimos a Pablo en lo que se refiere a su apuesta por el mantenimiento del estado de alarma –llevándole la contraria a Isabel Díaz Ayuso- pero, progresivamente y a medida que avanzaba en su intervención, un histérico Casado tomaba las riendas... el mismo que en octubre prefería dar rienda suelta a todo lo que hoy pide controlar, pese a tener la mitad de incidencia acumulada.
"¿No se le cae la cara de vergüenza? ¿Cómo tiene la desfachatez de venir aquí con esa arrogancia?", reprochaba este miércoles a Sánchez, al que acusaba de "chulería" sin percatarse de que, al menos Sánchez y aun estando equivocado, es más coherente. A favor del argumento del presidente para no renovar el estado de alarma figuran mejores datos de incidencia acumulada y menor presión hospitalaria –pese al lento pero progresivo avance de la nueva ola-, además de las más 11 millones de dosis inyectadas y 3,1 millones de personas con la pauta completa. Con todo, la prudencia llama a mantener el estado de alarma hasta alcanzar la inmunidad de grupo con ese 70% de población vacunada, algo que no sucederá hasta bien entrado el verano.
Redondeando el despropósito de la intervención de Casado, ha aparecido un jovial Pablo proponiendo al presidente que "hagamos algo juntos. Vamos a vacunarnos y decir que es seguro. Cuando nos toque. [...] Demos un mensaje de tranquilidad a los mayores que lo pasan mal. Vacunarse es seguro". Considerando que el líder del PP tiene 40 años y el Sánchez 49, para cuando llegue su turno de vacunación la mayor parte de los mayores debería haber pasado por la aguja.
La sobreactuación, en este sentido, ha sido tan forzada como ridícula, especialmente considerando la credibilidad perdida con sus versiones Pablo y Casado en lo que al estado de alarma se refiere. Le ha faltado, quizás, cerrar su intervención con un "Super superman, can’t you see I am your first fan?" como oda al estado de alarma.