Posos de anarquía

Pilar, la matriarca de todas y todos

Pilar, la matriarca de todas y todos
Pilar Bardem, juntos a sus hijos y otras personalidades, en una manifestación por la libertad del pueblo saharaui / David Bollero

El pasado fin de semana fallecía Pilar Bardem, dejándonos ese vacío, sonando ese crujido interior de que algo se quiebra. Celebramos quien fue, lo que representó y lo que contribuyó a que seamos quienes somos; celebramos que trascienda a la muerte y que continúe estando presente entre quienes la admiramos y respetamos y entre quienes trataron en vano de orillarla, porque la presencia de la Bardem -título de sus memorias- se sentía antes, incluso, de que entrara por la puerta, y continúa sintiéndose.

Pilar se convirtió, sin quererlo, en la matriarca  de todas y todos. "No soy ni la madre del artista ni la viuda de mi hermano", dijo en alguna ocasión y, no lo era. Su presencia, su personalidad arrolladora y el modo en que se implicaba en todo cuanto consideraba justo, ya fueran los derechos de los artistas con AISGE, la lucha contra la violencia de género, el rechazo a la guerra de Irak (2003) o la causa del Sáhara Occidental, lo llenaba todo. Precisamente ésta última es la que me brindó la oportunidad de conocerla.

Pilar dedicó cerca de medio siglo a defender al pueblo saharaui ante los desmanes de los diferentes gobiernos de España y, aunque ella misma admitía no hace mucho tiempo que la situación no mejoraba, nunca desfalleció. Por ello, la causa que me llevó hasta ella es un buen ejemplo de cómo entendía la vida, de ese espíritu luchador contagioso que terminaba por convertirla en epicentro sin tener alma de lideresa, porque ella actuaba y, los demás, seguíamos, no de un modo aborregado, sino con esa sensación de estar del lado de lo bueno, de protección, de ser una suerte de valija diplomática en tierra de la Bardem, nuestra matriarca.

Ese espíritu de actuar y verse rodeada, de convocar a través de su compromiso con lo justo y de atizar bofetadas de realidad con sus verdades como puños le valió los desplantes de la derecha. Tuvo el honor de ver cómo el alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido (PP), le retirara la calle que llevaba su nombre para dársela a Nuestra Señora de las Mercedes. Zoido se vengaba por el "no a la guerra" que denunció los crímenes de guerra de Aznar, quiso agraviarla y, en su lugar, el agraviado fue él mismo con su simpleza porque no hay suficientes placas de calles que plasmen la grandeza de Pilar.

Bien lo sabe el pueblo saharaui, consternado por la noticia de su fallecimiento, aquí, en los Territorios Ocupados, en los campamentos de población refugiada del Sáhara y en cualquier rincón del mundo porque, como decía el delegado del Frente Polisario en España, Abdulah Arabi, era la "eterna amiga del pueblo saharaui". Una airada derecha titulaba en 2015 "Pilar Bardem se desata en el Sáhara: «Me avergüenzo de mi país, de mi Gobierno y del jefe de Estado»". Pilar no se desataba, vivía así, desatada, porque para ella no existían ni la contención ni las medias tintas a la hora de decir verdades. Entonces, no dudó en criticar al "Gobierno español y del jefe de Estado que tenemos por desentenderse del genocidio en el Sahara Occidental". Ni mucho menos era la primera vez que lo denunciaba, ni sería la última.

Fiel a su cita con las manifestaciones de noviembre por la libertad del pueblo saharaui, siempre se volcó con FiSahara (Festival Internacional de Cine del Sáhara Occidental), a título personal y desde AISGE (Artistas Intérpretes, Entidad de Gestión de Derechos de Propiedad Intelectual), al igual que sus hijos, el clan Bardem al completo inyectando su vitalidad, su honestidad y bravura a la lucha contra una de las mayores vergüenzas de nuestra democracia.

Ya con las fuerzas menguadas, grabó para FiSahara un vídeo y se sumó a la campaña #TodxsConElSahara para denunciar la vuelta a la guerra por parte de Marruecos tras romper el alto el fuego el pasado mes de noviembre. Incluso bajo esa aparente debilidad, su fortaleza se imponía y, de nuevo, contagiaba, inspiraba. Por eso, no hay mejor cierre que el mensaje de Carlos, Javier y Mónica: "Recordémosla viva, alegre y luchadora".

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